No hay amor más
sincero que el amor por la comida.
Anónimo
Hace unos días
la vieja Inés, que no fuma tabaco ni toma café, por prescripción facultativa, dijo,
en la feria del barrio, que para bajar de peso lo mejor es comer cinco
manzanas al día y escuchar tres pitazos del tren habanero en ayunas.
Como Sebastián
quería llevar un estilo de vida saludable, acogió la receta, pero la abandonó rápidamente,
por lo excesivamente caro de la fruta con la que Eva provocó a Adán.
Siguiendo el
precepto, todo lo que sube, baja, miraba, una y otra vez, en el espejo de la
sala, su abultada barriga, quería recuperar la figura corporal de los buenos
tiempos cuando las chicas le piropeaban al pasar.
Su empeño era
adelgazar y sentirse bien, por eso se acogió a la fórmula del rezo, muy
sencilla y sin costo adicional en
divisas.
Antes del
desayuno, almuerzo y comida, solo debía decir con los dedos de la mano derecha cruzados;
Santa virgen de Artiga, que la comida no me engorde la barriga.
Al percatarse
de que aquella bobería tampoco funcionaba, le dio agua al asunto.
Fue entonces
que apareció su viejo amigo Pepín, quien luego de una conversación extensa
alrededor del asunto, le sugirió:
-Para
desaparecer la barriga pronto, lo más aconsejable es la dieta del limón.
En breve
desistió, ante la escasez del referido cítrico.
Al conversar
con su barbero Hipólito, apareció una nueva propuesta:
-¡Muchacho!,
para adelgazar lo mejor es hacer la dieta del vino tinto y el jamón, te aseguro que es
un cañón, no falla -aseguró el fígaro, mientras deslizaba la afilada navaja
sobre la barba de pocos días, pero tampoco le hizo swing, por lo encarecido de
los productos.
Durante todo
ese tiempo, no faltó el criterio alentador de su amiga Catalina, la que perdió
el guayo en la cola de las yucas, quien a manera de broma le dijo:
- Mira,
Sebastián, no cojas lucha con tu panza, es solo tratar de entender el asunto
químicamente, si el 60 por ciento del cuerpo humano está compuesto por agua… entonces
no estás gordo, estás anegado, ¿comprendes? -y prosiguió con el sermón:
-Apuntan los
especialistas que el agua adelgaza, porque reduce la cantidad de grasa
almacenada en el cuerpo, cuanta más agua tomes, mejor será para tu cuerpo.
-¡Pues a beber
agua! -expresó el interesado.
Al otro día,
amaneció con tanta hambre, que no paró hasta el restaurante especializado en
comidas italianas: tres pizzas, dos gripellas y un espagueti de jamón y queso,
fue el pedido a la carta.
Llegó a la casa
harto de placer, estaba cansado de recetas y criterios fracasados para bajar de
peso, se acercó al espejo, levantó el sobredimensionado pulóver que disimulaba
su voluminoso abdomen y poéticamente declamó:
-Te quedarás
así, barriga mía, te quedarás hasta el final de mis días…
Abrió el bolso
de naylon que le acompañaba, sacó una superhamburguesa y persignándose exclamó:
-¡Al que
Dios se lo dio…
No hay comentarios:
Publicar un comentario