Hay
quienes se sienten bien cuando edifican muros,
sintiéranse mejores si ofrendaran su tiempo a construir puentes.
Anónimo
Hace pocos días, mientras leía el
libro La culpa es de la vaca, sugerente
motivo para reflexionar sobre los
valores que rigen la vida diaria, recordé a mi amigo Daniel Diez, profesor y
realizador audiovisual, con su mochila a cuesta , repleta de ideas, moralejas, cigarros Populares, el
pomito de café y una filosofía, capaz de
dejar con la boca abierta hasta al mismísimo Aristóteles.
Por
supuesto, tan prestigioso intelectual, nada tiene que ver con el referido mamífero
rumiante, bóvido, hembra, cuyo bistec se pronuncia muy bajo en los hogares
cubanos, por si acaso.
Su
concepción, no me refiero al bistec, sino a Daniel, de hacer más a favor de nuestro entorno nacional, va más
allá de los valores patrimoniales que
rigen nuestra cotidianidad, detalles que pudieran ser mejores si no existieran determinadas personas asociadas a la Comisión Nacional
de Obstáculos, (CNO).
Tales
especímenes andan desesperados por campos y ciudades, para entorpecer cuanta
iniciativa exista, porque su mayor satisfacción es fastidiar y frenarlo todo a
su paso.
Los miembros de la CNO, apenas se conocen, no se ven nunca, evaden el pago a la Onat, no participan en congresos ni seminarios, se comunican por
Internet para alcanzar, entre los seguidores, un preponderante estatus de
reconocimiento internacional.
Tales impositores de obstáculos, jamás aparecen en el Registro de propiedades,
ni en la Oficina Nacional
de Estadísticas e Información, tampoco
se encuentran adscritos al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente
(CITMA), no forman parte de los Innovadores y Racionalizadotes, asociados a la ANIR, pero existen.
Este modelo de desarrollo antilocal, cuya
paternidad corresponde a la corriente neoliberal de pensamiento, juega un papel
“importante” en el freno de la política
económica y social del país, formando así una especie de cooperativa no
agropecuaria, sin ánimo de lucro, como se dice ahora.
Durante su formación académico-callejera,
los disociadores de la CNO,
gestan una especie de contra estrategia nacional de desarrollo, empleando diversas tácticas
destinadas a consumar sus maléficos propósitos.
Desde el punto de vista sociológico,
de la vox populi, estos
transgresores sociales armonizan
adecuadamente entre ellos y con el tipo de personalidad que desean representar
en su puesta de teatro callejero.
Así aparecen los llamados “mancos”, con
su mutilación de ideas, esos que jamás encuentran la solución del problema, porque “no está en sus manos”,
singular manera de pasar el caso a otra persona o lugar.
La referida tendencia está muy ligada a los denominados
“sentimentales”, verdaderos simuladores que profesan el afecto extremo con la misma respuesta:
-Lo siento mucho pero…- esta forma de
actuar incluye a los conformistas que con cara de buena gente te hacen ir una y
otra vez al mismo lugar para recibir idéntica respuesta:
-Compañero, la computadora está fuera
del sistema, venga la próxima semana.
Y usted, obediente al fin, regresa al
cabo del tiempo señalado, pero la computadora sigue fuera del sistema, mientras
la operaria destina su tiempo a tareas muy personales.
También sobreviven los “alimenticios”, con su frase célebre: -Me
desayuno con lo que dices, muy ligados a los “desinformados”, que bajo el
pretexto de: -Primera noticia o me entero ahora, se excusan ante las responsabilidades inherentes su cargo.
No menos impropios son los personajes
popularmente enjuiciados como Krim 218:
ni se ven, ni se oyen y hay que darles
golpecitos para que entren en sintonía, parecidos a aquellos televisores rusos
en blanco y negro, presentes en muchos hogares cubanos durante los años 70, del pasado siglo.
En fin, tales tendencias “contracorrientistas”, devienen, además, sugerente motivo para
reflexionar acerca de los valores que rigen las relaciones interpersonales.
Por eso recuerdo tanto a amigo Daniel,
quien sostiene que siempre habrá una oportunidad y un motivo para reflexionar al respecto y no lo
dudo, Yankel, el marginado del barrio, se disculpó en colectivo, porque al fin entendió
que la culpa no es de la vaca y que para
recibir ternura, es necesario abrir generosamente los brazos.