Éramos pocos y parió la abuela.
Anónimo
Resulta increíble la habilidad que
desarrollan ciertas personas para encontrar ingeniosas maneras de hacernos perder el tiempo
en ciertos trámites, utilizando una
especie de modalidad social o traba, bautizada como “pasatiempo nacional”.
En buen cubano le llamamos
“peloteo”, término empleado para mandarte con facilidad, de un lado a otro, de modo que cuando parece resuelto el problema, emerge otro, tornándose interminables como ciertas y determinadas
gestiones burocráticas.
Y digo esto porque mi viejo amigo Eustaquio,
el ponchero, me comentó que hace pocos días, emprendió una cruzada para
legalizar la propiedad de su vivienda, se personó en el lugar indicado y tras
solicitar información, la respuesta fue precisa:
-La atención al público, es solo
martes y jueves -dijo la recepcionista mientras limaba una y otra vez sus delicadas uñas.
Confiado regresó al hogar, guardó
los documentos y esperó ansioso la llegada de la nueva semana. Como el primero
de los días fijados para iniciar el proceso, estaba muy complicado con el
trabajo, optó por la tarde del jueves.
Ordenó los papeles que generalmente
solicitan y a la cruzada se fue, como
Alejandro Magno, El Grande, a conquistar su espacio:
-Menos mal que no hay nadie. Pensó
mientras se dirigía a la misma compañera que lo atendió la semana anterior,
quien señalándolo con su limita para uñas expresó:
-¿Ahora es que usted viene?
-Bueno, son las dos de la tarde y es
jueves- aclaró él.
-Sí, pero todos conocen que el horario es martes y jueves, de ocho a
doce del mediodía.
El viejo Eustaquio lanzó un vistazo
a su alrededor y no encontró cartelito alguno que lo especificara, depositó la
mirada en la recepcionista y solo atinó a decirle:
-¿Sabe lo que pasa?, es que yo soy primerizo.
Nos veremos el próximo martes, por la mañana- Y se marchó.
De regreso a casa, una vecina le
anunció la llegada del Enalapril y sin sacudirse el cansancio, acudió de
inmediato a la farmacia.
-No se venderá hasta mañana, fue la
respuesta, como si la presión arterial pudiera esperar ese tiempo.
Decidió entonces levantarse a las
seis de la mañana del siguiente día, alistó el tarjetón y partió en busca del
medicamento.
-¿Enalapril?, preguntó con la certeza
del hallazgo.
-Sí, entró ayer, pero se venderá más
tarde, dijo la dependienta.
-Más o menos sobre qué hora.
-No sé, solo la administradora sabe,
debe ser por la tarde, como casi siempre-le aclaró gentilmente ella.
-¡Ah…!, aquí es por la tarde…
Y como dicen que el cubano tiene una
especie de don para sobreponerse a las situaciones incómodas, Eustaquio acudió
a una vieja fórmula:
-Relax…relax…mucho relax… y decidió
levantarse nuevamente de madrugada, para adquirir el medicamento. Llegó hasta
la farmacia, antes de las seis y repitió la misma pregunta:
-¿Enalapril?
La farmacéutica de guardia se
estrujó los ojos, aún soñolientos, y con
cierta cara de inocencia le contestó.
-No, compañero, no tenemos
Enalapril, venga el martes de la semana
que viene, a ver si ha entrado.