Hay rumbón popular, a orillas del Golfo y
mirando al Caribe. Atrás quedaron los gratos recuerdos
del tradicional San Joaquín manzanillero, con su expresión identitaria de lo genuinamente
popular y espontáneo, más el desenfado
de sus huellas avanzan acaloradamente.
Repican los tambores en Santa Elena,
rugen los cencerros por toda la ciudad,
mientras la corneta china multiplica el
ambiente multicolor de pendones y farolas. ¡Vaya alegría!, Manzanillo está en Carnaval.
Entre paseos y comparsas retumba estrepitoso
el andar de su gente, empeñada en juntar
el día con la noche durante cuatro jornadas.
A ritmo de conga, trova, algarabía y
sudor se multiplica el jolgorio, aderezado con lisetas fritas, la espumosa ambarina y el
legendario Pinilla sabrosón.
De fiesta también están la Glorieta, el
órgano, la avenida, el Malecón…, bautizados con el inconfundible aroma del lechón
asado, el maíz hervido, la ayaca, el mojito y el criollísimo congrí, todo un ambiente pleno de alegría revitalizado con añejas tradiciones, cantos y estribillos callejeros…!
Si tú pasas por mi casa
y si ves a mi mujer
tú le dices que hoy no me espere
que estoy en Manzanillo,
que estoy echando un pie.