La llegada de un nuevo año presupone la despedida del viejo,
y no me refiero al adiós paternal, sino al otro, al que lleva sobre sus
espaldas el vencimiento de los 365 días que le acompañaron en las buenas y en
las que no lo son.
Durante muchísimos años, creyentes, ateos y supersticiosos son
los encargados de preservar diversos rituales para atraer
la buena suerte y la prosperidad, con la
esperanza de que todo se resuelva en breve.
Los favorecidos económicamente encienden velas de colores
para que se vaya lo malo y venga lo bueno, algunos vierten sobre el piso un
poco de ron para venerar a los dioses, pidiendo bienestar y desenvolvimiento,
sin tener en cuenta que también en el más allá consumen ciertos antibióticos.
Otros sacan de la
casa todo lo que estorba y regalan o venden a bajo precio lo obsoleto.
¡Cuidado!, recuerde que las suegras no se
incluyen en el paquete de fin de año.
Si deseas atraer la abundancia en el hogar, invita a tus amigos regularmente
para almorzar juntos, verás cómo aparecen invitados y se te llena la casa en
menos de lo que canta un gallo.
También puedes incitar
a tu pareja para tener varios hijos, singular manera de adquirir, multiplicadamente,
los productos que llegan mediante la canasta básica familiar o la libreta de la
comida, como decimos popularmente.
Cuentan los más viejos que, si colocas un pequeño espejo
junto a los billetes…¿?, dejándolo allí hasta el siguiente amanecer,
reproducirás, aceleradamente, la economía personal.
¡Mentira!, se lo aseguro, el fin de año pasado practiqué
esta ceremonia y amanecí más “pela’o” que un cuesco de anoncillo en pleno carnaval.
Por el contrario, si quieres la llegada rápida del dinero,
el amor y la salud, jamás pidas el deseo en el tren Bayamo-Manzanillo, pues
corres el riesgo de que no circule ese día o llegues fuera de hora.
Para esa noche llena
de encantos, te sugiero una fórmula sencilla y maravillosa: escribe en un papel
lo que más ansíes: internet y wifi en la casa, mejor salario, un auto de
primera mano…no te confirmo su efectividad, pero pasarás un momento estelar ejercitando la
imaginación y la creatividad, y de paso, le propiciarás un golpe rotundo al Alzheimer.
En fin, creyentes, ateos y supersticiosos… hagan lo que
mejor les parezca o venga en ganas, porque el año nuevo está por comenzar y no
existe fuerza sobrenatural que lo detenga.
Soy de los convencidos que
llegará enhorabuena para todos, junto al macho asado, la yuca y el
congrí, por eso, desde esta columna te deseo la mejor de las suertes y reitero
la confianza plena en el cumplimiento del nuevo compromiso y el placer de
reencontrarnos el último sábado de cada
mes, en este espacio de crónicas costumbristas.
¡Felicidades!
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