La
mañana del 10 de Octubre no pudo ser más emotiva y hermosa, una delegación
granmense se adelantaba al sol en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago
de Cuba, para vivir, junto a otros de las provincias orientales y Camagüey, un acontecimiento sin igual en la historia de
la nación cubana.
El
sonido de 21 salvas de artillería anunciaba el comienzo del acto político y
ceremonia militar de inhumación; los restos del General Presidente Carlos
Manuel de Céspedes y de Mariana Grajales eran depositados en el área
patrimonial del camposanto, cerca de la
misma trinchera de pensamiento de
Martí y Fidel.
Nuestro
sentimiento patriótico y nacionalista alcanza dimensión suprema, justamente en
el aniversario 149 del inicio independentista en el ingenio La Demajagua,
espacio de continuidad para las ideas: ¿cómo es posible entonces que un
país pequeño como el nuestro, engendre
tantos hombres y mujeres con hidalguía y
valor compartidos?
Por
eso un grupo de granmenses, en representación de sus coterráneos, estuvo allí,
con Raúl, nuestro Presidente, con los hijos del Che y los combatientes de
siempre, que acudieron también a la ceremonia.
Nada
escapó a los restauradores, urbanistas, médicos legales, constructores
especializados, artesanos del mármol de la tierra de Céspedes, al escultor
santiaguero Alberto Lescay…; todo fue conmovedor.
Por
su parte, el historiador Eusebio Leal Spengler, con su genial forma
comunicativa, sintetizó el valor histórico de tan glorioso momento: “Asistimos
a un acto trascendental, a un acontecimiento de los que suelen ocurrir una vez
en nuestras vidas…
“Detengámonos
un momento en la tumba del Iniciador y veamos allí la escultura hermosa de Cuba
que en su bella figura levanta un laurel para extenderlo al pie de su retrato”.
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