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martes, 30 de mayo de 2017

Aladino y la jabita maravillosa





                                                           A mal tiempo buena jaba.
                                                                                 Anónimo

El hombre con cierto aspecto de constructor se detuvo frente a  un punto ambulatorio del agro, registró minuciosamente el bolsillo trasero de su pantalón y a punta de dedos sacó, como el mago del sombrero, una bolsita de nailon o cubalse, como le decimos muchos orientales.
-Por favor, dos libras de malanga- dijo, con voz casi apagada por el precio mostrado en rudimentaria tablilla. 
Las famosas bolsitas, iniciadoras de las shopping, en la Mayor de las Antillas, no solo desplazaron al cartucho de papel, sino que forman parte imprescindible  de la fisonomía   actual del cubano, debido a sus características multifuncionales.
Si antes la profe de Biología decía que el cuerpo humano se estructuraba en cabeza, tronco y extremidades, hoy le aparece un nuevo elemento: la jabita, necesaria e ingeniosa para  situaciones incómodas y apremiantes.
Asimismo, quedó atrás el viejo sofisma de que el perro es el mejor amigo del hombre. Tal vez por esas, otras razones y “porsiacaso”, siempre la llevo como portafolio diplomático, así evito la reiterada frase justificativa en ciertos establecimientos comerciales.
-Le debo la jabita, compañero-, aunque muy cerca, otros vendedores, estremeciéndote los bolsillos pregonan:
-¡Arriba!..., coge tu jabita aquí.
De manera que escasean donde las incluyen por el precio del producto en divisas y nunca faltan entre quienes las venden a peso. Nada, cuestiones del Orinoco.
Por eso resulta saludable cargar con ellas para auxiliarte en momentos distintivos de la vida. ¿Acaso no la recuerdas como  soporte y camuflaje, para “quitarle la vista al bateador”? 
Y como los cubanos somos creativos y prácticos por excelencia, empleamos estos soportes “pa´ guardar lo que aparezca”, también facilitándoselo al plomero para sellar la rosca de la tubería dañada o cediéndoselo a Cuca para envolver los caramelos “Bimbín”, que vende en la Terminal de ómnibus.
Las bolsitas de referencia funcionan como “gorro térmico” para el tratamiento del cabello, en sus iluminaciones o rayitos, amarrada  en la cabeza por las cuatro puntas actúa como protector de la lluvia, o colocada en los pies, cuando no queremos salpicarnos los zapatos al viajar en moto o bici…
Resultan muy prácticas como forro de sillín en la bicicleta, para socorrer el chichón de la cámara vieja que no soporta un ponche más, aislante de cables eléctricos o  práctico contenedor de basura doméstica.
Ahora aparecen  ambientalistas de todo el mundo, desentendidos de sus bondades, advierten sobre el peligro de estos bolsitos, porque, según ellos, demoran alrededor de 500 años en degradarse.
Lo que no precisan estos analistas, es quién será el dichoso que permanecerá pendiente hasta que se desintegre el nailito.
Mientras llega ese momento cargue con el “porsiacaso”, de lo contrario perderá legal cuando, por falta de una jabita, no pueda llevar a casa el artículo que necesita.

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