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lunes, 24 de julio de 2017

El peloteo cubano


                                                                                  
                                                                           Éramos pocos y parió la abuela.
                                                                                                                      Anónimo
                                                                             
Resulta increíble la habilidad que desarrollan ciertas personas para encontrar ingeniosas maneras de hacernos perder el tiempo en  ciertos trámites, utilizando una especie de modalidad social o traba, bautizada como “pasatiempo nacional”.
En buen cubano le llamamos “peloteo”, término empleado para mandarte con facilidad, de un lado  a otro, de modo que cuando parece  resuelto el problema, emerge otro, tornándose  interminables como ciertas y determinadas gestiones burocráticas.
Y digo esto porque mi viejo amigo Eustaquio, el ponchero, me comentó que hace pocos días, emprendió una cruzada para legalizar la propiedad de su vivienda, se personó en el lugar indicado y tras solicitar información, la respuesta fue precisa:
-La atención al público, es solo martes y jueves -dijo la recepcionista mientras limaba una y otra vez  sus delicadas uñas.
Confiado regresó al hogar, guardó los documentos y esperó ansioso la llegada de la nueva semana. Como el primero de los días fijados para iniciar el proceso, estaba muy complicado con el trabajo, optó por la tarde del jueves.
Ordenó los papeles que generalmente solicitan y a la cruzada  se fue, como Alejandro Magno, El Grande, a conquistar su espacio:
-Menos mal que no hay nadie. Pensó mientras se dirigía a la misma compañera que lo atendió la semana anterior, quien señalándolo con su limita para uñas  expresó:
-¿Ahora es que usted viene?
-Bueno, son las dos de la tarde y es jueves- aclaró él.
-Sí, pero todos conocen  que el horario es martes y jueves, de ocho a doce del mediodía.
El viejo Eustaquio lanzó un vistazo a su alrededor y no encontró cartelito alguno que lo especificara, depositó la mirada en la recepcionista y solo atinó a decirle:
-¿Sabe lo que pasa?, es que yo soy primerizo. Nos veremos el próximo martes, por la mañana- Y se marchó.
De regreso a casa, una vecina le anunció  la llegada del Enalapril  y sin sacudirse el cansancio, acudió de inmediato a la farmacia.
-No se venderá hasta mañana, fue la respuesta, como si la presión arterial pudiera esperar ese tiempo.
Decidió entonces levantarse a las seis de la mañana del siguiente día, alistó el tarjetón y partió en busca del medicamento.
-¿Enalapril?, preguntó con la certeza del hallazgo.
-Sí, entró ayer, pero se venderá más tarde, dijo la dependienta.
-Más o menos sobre qué hora.
-No sé, solo la administradora sabe, debe ser por la tarde, como casi siempre-le aclaró gentilmente ella.  
-¡Ah…!, aquí es por la tarde…
Y como dicen que el cubano tiene una especie de don para sobreponerse a las situaciones incómodas, Eustaquio acudió a una vieja fórmula:     
-Relax…relax…mucho relax… y decidió levantarse nuevamente de madrugada, para adquirir el medicamento. Llegó hasta la farmacia, antes de las seis y repitió la misma pregunta:
-¿Enalapril?
La farmacéutica de guardia se estrujó los ojos, aún soñolientos,  y con cierta cara de inocencia le contestó.
-No, compañero, no tenemos Enalapril,  venga el martes de la semana que viene, a ver si ha entrado.




  

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