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domingo, 3 de noviembre de 2019

Lino Borbolla Vargas, ángel de la musicalidad



No se trata de una historia contada por abuelos, es la presencia viva de un duende musical que hoy presento, como testimonio de un momento irrepetible.
 “Nací en Manzanillo aunque viví en Campechuela hasta los 12 años, allí conocí al maestro Manuel Jerez, quien me impartió las primeras clases teóricas de la música, manifestación cercana si considero que fue mi abuelo quien trajo a la ciudad, el primer órgano desde París.
“Corría el año de 1949, cuando mi padre me registra en la Academia de música  de Jacinto Minielli, un italiano que en octubre de 1904  fundó la Banda de conciertos de la localidad, en su escuela aprendí a tocar el saxofón, alternando con mi tío Francisco Borbolla, (Pancho), las interioridades del órgano.   
“Me formé con un instrumento viejo y remediado, no había dinero para más, cuando en el citado colegio se creó la banda infantil, establecí una orquesta llamada Superación juvenil, con partituras de otras agrupaciones y temas que mi padre encargaba a México para los órganos, adaptadas luego por mí a la sonoridad de la naciente agrupación.
“De esta forma llevaba a la par el desarrollo de la orquesta y los órganos, hasta que a mediados de 1958, dejamos de trabajar para los grandes públicos debido a la presión ejercida por la dictadura de Batista, lo hacíamos entonces en locales para pequeños formatos.
“Tocábamos por mesa, un peso para los cuatro o cinco músicos era la retribución económica, los días en que no había clientes no cobrábamos, de esta forma buscábamos el sustento familiar.
“Tras el triunfo revolucionario del 1959, le retiré el apellido a la orquesta, la llamé Superación y al instituirse el Consejo Nacional de Cultura, tomamos por nombre: Lino Borbolla y su banda gigante.
“Tenía muchos planes y ante una inesperada propuesta llegué al Circo Nacional de Cuba en 1962, convocado por el maestro Obdulio Morales, artista de reconocido prestigio, me sometí a la prueba como ayudante del primer saxofonista, al finalizar me llamó el director y dijo sonriente:
-¡Maestro!, la plaza es suya-, y me fui con aquella banda de gira por todo el país.
“De regreso a Manzanillo con mayor experiencia, retomo la orquesta y comenzamos el acompañamiento a los mejores solistas nacionales: Elena Burke, Fernando Álvarez, Lino Borges, Roberto Sánchez… también compartimos escenarios con La Riverside, Aragón, Barbarito Diez…
 LA ANÉCDOTA
“Iniciaba el mes de octubre de 1961, cuando directivos de Cultura me informan que actuaríamos en el acto inaugural de la Ciudad pesquera, primera comunidad construida para los hombres de mar, y alternaríamos con la Banda de Benny Moré.  
“Llegó el ansiado día, me presentaron al “Bárbaro del ritmo” que en son de broma se acercó y me dijo casi al oído: ‘Hermano, no aprietes demasiado con tus números, recuerda que tocamos después de ustedes’- y en el mismo tono respondí: ‘Oiga, maestro, la llave para apretarlo musicalmente, no la han fabricado todavía en ningún lugar del mundo’.
“Al siguiente día, en la casa del estibador manzanillero nombrado Braudilio, conocido como “Mi tierra”, sucedió lo inesperado, era su placer compartir con los artistas que visitaban el terruño y el Benny no escapó a la invitación.  
-¿Cómo te fue en el concierto?-preguntó Braudilio
-Muy bien, respondió el Benny, alternamos con un tal Borbolla y su banda.
-¡Es vecino mío!- expresó, orgulloso el anfitrión.
-¡Pues mándalo a buscar!, quiero compartir con él.
“Esa mañana me llenó de elogios, destacó sobre manera  la forma en que  tocaba el saxofón y la calidad de mi orquesta, me hizo vibrar el ángel de la musicalidad.  
“Eres una persona maravillosa, lucha, que yo también me formé con el mismo sacrificio con que tú lo haces”.
Por un instante Lino detiene la mirada, sacude el recuerdo de lo vivido, piensa en sus dos hijos que le siguen el camino y acariciando el saxofón con sus labios, deja escuchar los imborrables acordes de Bodas de Oro, el tema musical que lo eternizó entre los organistas de su tiempo.

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