leyendas…, grande en
la historia patria
por la inmolación gloriosa y sublime,
también por la tradición fecunda de sus poetas.
Yolanda Aguilera Iglesias
La fortuna documental que atesora la investigadora
bayamesa Yolanda Aguilera Iglesias recoge el legado musical de Rafael Cabrera e
interioridades inéditas de la poetisa María Luisa Milanés (Liana de Lux), a
quien rememoramos en el centenario de su muerte.
“Conocía que Cabrera, director de la Banda de
Bayamo durante cincuenta años, compuso el danzón titulado Escalas y arpegios, basado en la interpretación
que realizó de la forma en que María Luisa tocaba el piano-señala la estudiosa
del tema y agrega:
“Estaba convencida de que no es lo mismo narrar cronológicamente
un suceso continuo, que descubrir los elementos con la fuerza propia de su
personalidad.
“Hurgando en la papelería supe que no es oriunda de
Jiguaní, nació en 1893,en la finca Palmarito, llamada más tarde El Sombrero, en
Babiney, barrio rural limítrofe con Bayamo, hija del General del ejército
Libertador, Luis Ángel Milanés y Tamayo.
“Era de baja estatura, pelo corto y rubia, con
lentes de aumento, un poco regordeta, de voz suave, pero con gestos
enérgicos y ademanes refinados, cargada de
profundo lirismo envuelto en hojas de dolor, debido a las infidelidades de su amado.
“La vida
transcurrió en un embrujo de misticismo, partiendo de Liana de Lux, el seudónimo que llevó durante los 26 años de existencia, no obstante su dolor
perenne, tuvo fuerzas para dominar las
diferentes corrientes literarias de la época: hablaba a la perfección francés,
inglés, latín,
estudió las literaturas
italiana, alemana y rusa: tocó el piano, bordó, tejió, escribió …
“Hay neologismos y
recursos literarios de gran valía en su obra, empleó con acierto la metáfora,
el símil, imágenes artísticas y un lenguaje envidiable con características del
Barroco.
“Existen tantos valores
en su literatura, que no se pueden encasillar en un solo movimiento literario
por todas las influencias que refleja, confesó que al caminar por los estantes
de la biblioteca, sus ojos escudriñaban el lomo de los libros y saboreaba
imaginativamente el placer de ver un día su nombre junto a ellos.
“Presionada
por sus sentimientos, se adentró en soliloquios
y monólogos desesperada por encontrar
la solución a su crisis pasional.
“Aun, en los momentos más
difíciles nunca perdió sus ilusiones y cultura políglota, ni la fe cristiana,
mantuvo en todo momento sus sentimientos aunque le dolía el rechazo del amor no
correspondido, sabía que no contaba con la belleza física, en fin, comprendió con dolor el alto
precio del desamor.
“Otro de los motivos de su desencanto fue la oposición entre su espíritu refinado y la incomprensión a la que estaba sometida, tal vez por eso tampoco confió a nadie la cruenta tarea de quemar su patrimonio.
“La noche antes de la muerte encendió la hoguera que convertiría en
cenizas sus versos y prosas amorosamente escritos durante la atormentada
juventud vivida”.
“Lamentablemente, el legado lírico de María Luisa Milanés no es muy divulgado, se reduce a un puñado de poesías, algún que otro cuento y una autobiografía truncada como ella misma, bagaje que se hubiera perdido del todo, sin la voluntad de ese gran animador de la revista Orto, de Manzanillo, Juan Francisco Sariol”.
Cuenta la investigadora que marcada la hora premeditada a su muerte, se despidió de la madre con una leve sonrisa para no despertar sospechas, a solas tomó el revólver del padre y apuntó a su corazón.
Ante el disparo todos acudieron y la trasladan al
hospital de Santiago de Cuba, los
médicos alertan la gravedad del caso, otros órganos vitales de la cavidad
torácica estaban afectados.
Tres días después, el 12 de octubre de 1919 muere y
su cadáver es inhumado en el cementerio de
Santa Ifigenia, hasta que en el año1979 trasladan sus restos a la necrópolis de
Bayamo, a solicitud de José Carbonell Alard, historiador de la ciudad y amigo
familiar.
De esta forma quedó trunco el camino de la poetisa,
cuyo talento, en plena floración juvenil fue como la primavera, llena de
exuberante belleza lírica, así quedó
plasmada en el epitafio escrito por ella:
“Quiero una piedra blanca
y no pulida
Sobre la tierra que mis
huesos cubran,
Sin cruz, que una muy
grande arrastré en mi vida”.
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