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viernes, 8 de noviembre de 2019

Liana de Lux

                                                                  

                         
                          Bayamo es una ciudad de patriotismo, 
                          leyendas…, grande en la historia patria
                          por la inmolación gloriosa y sublime,
                          también  por la tradición fecunda de sus poetas.
                                            Yolanda Aguilera Iglesias


La fortuna documental que atesora la investigadora bayamesa Yolanda Aguilera Iglesias recoge el legado musical de Rafael Cabrera e interioridades inéditas de la poetisa María Luisa Milanés (Liana de Lux), a quien rememoramos en el centenario de su muerte.
“Conocía que Cabrera, director de la Banda de Bayamo durante cincuenta años, compuso el danzón titulado Escalas y arpegios, basado en la interpretación que realizó de la forma en que María Luisa tocaba el piano-señala la estudiosa del tema y agrega:
“Estaba convencida de que no es lo mismo narrar cronológicamente un suceso continuo, que descubrir los elementos con la fuerza propia de su personalidad.   
“Hurgando en la papelería supe que no es oriunda de Jiguaní, nació en 1893,en la finca Palmarito, llamada más tarde El Sombrero, en Babiney, barrio rural limítrofe con Bayamo, hija del General del ejército Libertador, Luis Ángel Milanés y Tamayo.
“Era de baja estatura, pelo corto y rubia, con lentes de aumento, un poco regordeta, de voz suave, pero con gestos enérgicos  y ademanes refinados, cargada de profundo lirismo envuelto en hojas de dolor, debido a las infidelidades  de su amado.
“La vida transcurrió en un embrujo de misticismo, partiendo de Liana de Lux, el seudónimo que llevó durante los 26 años de existencia, no obstante su dolor perenne, tuvo fuerzas para dominar  las diferentes corrientes literarias de la época: hablaba a la perfección francés, inglés, latín, estudió las literaturas italiana, alemana y rusa: tocó el piano, bordó, tejió, escribió …
“Hay neologismos y recursos literarios de gran valía en su obra, empleó con acierto la metáfora, el símil, imágenes artísticas y un lenguaje envidiable con características del Barroco.
“Existen tantos valores en su literatura, que no se pueden encasillar en un solo movimiento literario por todas las influencias que refleja, confesó que al caminar por los estantes de la biblioteca, sus ojos escudriñaban el lomo de los libros y saboreaba imaginativamente el placer de ver un día su nombre junto a ellos.
“Presionada por sus sentimientos, se adentró  en soliloquios y monólogos desesperada por encontrar   la solución a su crisis pasional.
“Aun, en los momentos más difíciles nunca perdió sus ilusiones y cultura políglota, ni la fe cristiana, mantuvo en todo momento sus sentimientos aunque le dolía el rechazo del amor no correspondido, sabía que no contaba con la belleza  física, en fin, comprendió con dolor el alto precio del desamor.

“Otro de los motivos de su desencanto fue la oposición entre su espíritu refinado y la incomprensión a la que estaba sometida, tal vez por eso tampoco confió a nadie la cruenta tarea de quemar su patrimonio.

“La noche antes de la muerte encendió la hoguera que convertiría en cenizas sus versos y prosas amorosamente escritos durante la atormentada juventud vivida”.

“Lamentablemente, el legado lírico de María Luisa Milanés no es muy divulgado, se reduce a un puñado de poesías, algún que otro cuento y una autobiografía truncada como ella misma, bagaje que se hubiera perdido del todo, sin la voluntad de ese gran animador de la revista Orto, de Manzanillo, Juan Francisco Sariol”.

Cuenta la investigadora que marcada la hora premeditada a su muerte, se despidió de la madre con una leve sonrisa para no despertar sospechas, a solas tomó el revólver del padre y apuntó a su corazón.

Ante el disparo todos acudieron y la trasladan al hospital  de Santiago de Cuba, los médicos alertan la gravedad del caso, otros órganos vitales de la cavidad torácica estaban afectados.
Tres días después, el 12 de octubre de 1919 muere y  su cadáver es inhumado en el cementerio de Santa Ifigenia, hasta que en el año1979  trasladan sus restos a la necrópolis de Bayamo, a solicitud de José Carbonell Alard, historiador de la ciudad y amigo familiar.
De esta forma quedó trunco el camino de la poetisa, cuyo talento, en plena floración juvenil fue como la primavera, llena de exuberante belleza lírica, así quedó plasmada en el epitafio escrito por ella:
“Quiero una piedra blanca y no pulida
Sobre la tierra que mis huesos cubran,
Sin cruz, que una muy grande arrastré en mi vida”.

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