Creo,
como Martí, en el mejoramiento humano.
Los primeros rayos del amanecer anunciaban que
pronto llegaríamos a Bayamo, capital de la suroriental provincia de Granma, pasajeros de diferentes grupos etarios nos
mirábamos agobiados dentro de un camión, empecinado en tragarse los reiterados baches de la vía.
Dentro del referido transporte alternativo, la emisora
cubana de noticias, Radio Reloj, ofrecía la información matutina, desde un
celular cercano:
“Cuba se
prepara para el apagón analógico. En julio del presente año, comenzará el
apagón parcial de la televisión analógica en nuestro país, proceso escalonado
que iniciará por el municipio especial Isla de la Juventud…”
-¿Oyó?, ¡otra vez los apagones! -dijo un octogenario
pasajero, al parecer con escasa presencia auditiva, que le impedía entendimiento
y comprensión del contenido informativo.
Se rascó la cabeza como pudo, debido a la estrechez
del vehículo y prosiguió el singular monólogo:
-¡Compañero, hay que comprar velas!, por si acaso y
lo perdidas que están -precisó-, mientras la información fluía su curso radial:
“Estudios realizados, confirman que siete millones de cubanos podrían recibir la
señal en definición estándar y otros tres millones la pudieran ver en alta
definición, por lo que en breve la televisión analógica pasará a la
historia…”
-¡Por mi madre que no entiendo nada!, si los
apagones pasaron a la historia, ¿por qué los retoman ahora que las velas
se perdieron con el paso del huracán
Irma? -Insistía el viajero con cara de sueño.
Traté de explicarle lo del apagón analógico y la
importancia que encierra el salto digital en la televisión terrestre, para
mejorar la calidad de vida de los cubanos, pero él, “analógico” al fin, se
quedó sin comprender absolutamente nada.
Por su parte, la radio proseguía su función
informativa: “Las autoridades cubanas evaluarán la disponibilidad real de
aparatos receptores de la señal digital entre los televidentes y dotarán de
estos equipos a las instituciones sociales, como escuelas y hospitales”.
El despistado viajero se acomodó lo mejor que pudo en
el asiento de madera y prosiguió su “trasnochado”
discurso coloquial:
-Menos mal que protegerán a los hospitales y a los
estudios de los muchachos -precisó- sin entender aún lo difundido por la radio
que tras el habitual intercambio de la hora y las noticias, culminaba la información:
“Las tiendas comercializadoras de divisas
potenciarán la venta de las 'cajitas' en los municipios donde se iniciará el apagón
parcial”.
-¿Se da cuenta?, eso está bien pensado, venderán
cajitas de velas en la Isla
de la Juventud,
ojalá que alcancemos cuando nos toque el apagón a nosotros.
El singular personaje ladeó la cabeza en busca de su hombro, cerró lentamente los
ojos y en poco tiempo quedó atrapado en su “apagón”
habitual.
Algunos viajeros comentaban cómo la ilusión placentera
de disfrutar con nitidez imágenes y sonido, se acercaba a la realidad, Cuba
exponía ante el mundo sus estrategias a favor de la televisión digital.
Un inesperado frenazo del camión puso en tensión a
todos los pasajeros, mi compañero de viaje, sin saber lo ocurrido, abrió grandemente
los ojos y me comentó en voz baja:
-Disculpe, amigo, por fin… ¿qué más dijeron del
apagón?
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