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jueves, 22 de marzo de 2018

Apagón analógico



                                                     
                                                                    Creo, como Martí, en el mejoramiento humano.

Los primeros rayos del amanecer anunciaban que pronto llegaríamos a Bayamo, capital de la suroriental provincia de Granma, pasajeros de diferentes grupos etarios nos mirábamos agobiados dentro de un camión, empecinado  en tragarse  los reiterados baches de la vía.
Dentro del referido transporte alternativo, la emisora cubana de noticias, Radio Reloj, ofrecía la información matutina, desde un celular cercano:
“Cuba se prepara para el apagón analógico. En julio del presente año, comenzará el apagón parcial de la televisión analógica en nuestro país, proceso escalonado que iniciará por el municipio especial Isla de la Juventud…”   
-¿Oyó?, ¡otra vez los apagones! -dijo un octogenario pasajero, al parecer con escasa presencia auditiva, que le impedía entendimiento y comprensión  del contenido informativo.
Se rascó la cabeza como pudo, debido a la estrechez del vehículo y prosiguió el singular monólogo:                       
-¡Compañero, hay que comprar velas!, por si acaso y lo perdidas que están -precisó-, mientras la información fluía su curso radial:
“Estudios realizados, confirman que  siete millones de cubanos podrían recibir la señal en definición estándar y otros tres millones la pudieran ver en alta definición, por lo que en breve  la televisión analógica pasará a la historia…”
-¡Por mi madre que no entiendo nada!, si los apagones pasaron a la historia, ¿por qué los retoman ahora que las velas se  perdieron con el paso del huracán Irma? -Insistía el viajero con cara de sueño.
Traté de explicarle lo del apagón analógico y la importancia que encierra el salto digital en la televisión terrestre, para mejorar la calidad de vida de los cubanos, pero él, “analógico” al fin, se quedó sin comprender absolutamente nada.
Por su parte, la radio proseguía su función informativa: “Las autoridades cubanas evaluarán la disponibilidad real de aparatos receptores de la señal digital entre los televidentes y dotarán de estos equipos a las instituciones sociales, como escuelas y   hospitales”.
El despistado viajero se acomodó lo mejor que pudo en el asiento de madera y prosiguió  su “trasnochado” discurso coloquial:
-Menos mal que protegerán a los hospitales y a los estudios de los muchachos -precisó- sin entender aún lo difundido por la radio que tras el habitual intercambio de la hora y las noticias, culminaba la información:
“Las tiendas comercializadoras de divisas potenciarán  la venta de las 'cajitas'  en los municipios donde se iniciará el apagón parcial”.
-¿Se da cuenta?, eso está bien pensado, venderán cajitas de velas en la Isla de la Juventud, ojalá que alcancemos cuando nos toque el apagón a nosotros.
El singular personaje ladeó la cabeza  en busca de su hombro, cerró lentamente los ojos  y en poco tiempo quedó atrapado en su “apagón” habitual.
Algunos viajeros comentaban cómo la ilusión placentera de disfrutar con nitidez imágenes y sonido, se acercaba a la realidad, Cuba exponía ante el mundo sus estrategias a favor de la televisión digital.
Un inesperado frenazo del camión puso en tensión a todos los pasajeros, mi compañero de viaje, sin saber lo ocurrido, abrió grandemente los ojos y me comentó en voz baja:
-Disculpe, amigo, por fin… ¿qué más dijeron del apagón?

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