Los académicos
de las artes plásticas sostienen que los escultores utilizan como herramientas
fundamentales para su trabajo la voluntad y la perseverancia, detalles
presentes en el bayamés Juan Luis Maceo Núñez, ícono de esa manifestación en
la suroriental provincia de Granma.
Graduado de
Escultura y Dibujo (1987), en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, se burla de
los malos tiempos con el carácter jocoso que le acompaña y la seriedad
increíble que exige una profesión de mucho sacrificio.
-Cuéntame de tus inicios
-Nací en la Ciudad de los coches, el 4
de diciembre de 1968, desde pequeño mi mamá se percató de las facilidades que
tenía para el modelado, sobre todo en plastilina, pasados algunos años me
matriculó en la Escuela elemental de artes plásticas
Manuel del Socorro Rodríguez, que existía en ese tiempo.
“El profesor
Alfredo Tornés, ya fallecido, ante la insistencia maternal, me asumió como
oyente en su grupo, hasta que me dejó matricular para continuar los estudios. Luego
me presenté por escultura al pase de nivel en Tarará y logré entrar a la Escuela Nacional
de Artes Plásticas, en La
Habana.
“Un mundo
totalmente diferente, con una dinámica cultural más intensa a la vivida en Bayamo: visité por vez primera
el Museo nacional de Bellas Artes, galerías, funciones de ballet, teatros que
jamás imaginé, tuve profesores de los
más reconocidos del país…en fin, la
etapa más linda de mi vida”.
-¿Y una vez graduado?
-Regresé a
Bayamo para trabajar como profesor en la misma escuela que me formó en los
inicios, sentía la necesidad de transmitir lo aprendido hasta entonces, pues me
gusta la docencia. Después me trasladé, por contrato, a la Escuela profesional Oswaldo
Guayasamín, donde impartí clases de dibujo, pintura…También trabajé como
director de la galería-taller Pequeña dimensión.
-¿Escultores de referencia?
-Henrry Mourt es
un paradigma internacional para cualquier escultor, uno de los símbolos de las
artes visuales, también admiro a los cubanos Rafael Consuegra Ferrer, modelo a
seguir como artista, persona y creador, también a José Villa Soberón, ícono de
lo figurativo, con una visualidad muy contemporánea en esa manifestación,
Pánfilo Cañizares, Enrique Angulo… son personas que jamás debo olvidar, porque
me enseñaron los secretos y el camino de esta profesión.
-¿Cuál es tu escultura más representativa?
-Muchos me
recuerdan por el coche enclavado a la entrada de Bayamo, por la carretera de
Las Tunas, sin embargo, me siento muy feliz con una obra en mármol emplazada en
el área exterior del hotel Guacanayabo, de Manzanillo.
“La diseñé
especialmente para ese lugar, impecable por su jardinería y ubicación, me
complace el resultado desde el punto de vista técnico y de realización, además
porque la ciudad tiene para mí una significación muy especial, por el
inigualable olor del mar que se respira
y por los amigos que allí viven.
“Si lo logré o
no es un criterio que respeto, pero estoy muy contento con ella”.
-Acabas de arribar a tus 30 años
de vida artística, ¿cómo lo asumes?
-Con mucho
trabajo, recientemente inauguré mi expo
Tres veces diez, que funcionó muy
bien, realizo muchos dibujos abstractos y figurativos en los que aparece el
hombre como eje central del conflicto social.
Incursiono en la
fotografía que comencé como hobby, ahora es parte de mi obra, para agenciarme
nuevos premios y comercializar algunas piezas, con más experiencia, trato de
enfrentar la vida diferente.
“Me siento
rodeado de muchos amigos, de personas muy importantes, que luego te ponen la
mano sobre el hombro para reconocer lo realizado.
“Cuento con numerosas
exposiciones personales y colectivas, tengo grandes premios, una gran cantidad
de esculturas emplazadas en lugares trascendentes del país: Ciudad de La Habana,
Cayo Coco, Isla de la
Juventud, Santiago de Cuba…”
-¿Y la Uneac?
-Entré por
derecho propio en un momento oportuno, cuando tenía una obra bastante madura, el
proceso fue riguroso y me alegro, es un reconocimiento a mi trabajo. Soy de los
que apuesta por la dignidad de esta institución cultural vanguardista.
-¿Un mensaje?
-Los artistas deben
tener la necesidad espiritual de crear más allá de la aspiración material,
porque diariamente nos convertimos en
una especie de portavoces para aquellas personas comunes, que no cuentan con
las herramientas para decir lo que sienten. De esa manera se cumple el concepto
de la utilidad en nuestro trabajo y eso es lo más reconfortante.
Jamás debemos
perder ese complemento tan cardinal para un artista, la constancia, que es
generadora de beneficio, ni el deseo de crear ante la carencia de materiales o
porque la comercialización es mala.
Tales preceptos
siempre laceran la obra y la vida de cualquier creador.
-¿Qué piensa del tiempo transcurrido?
-Que hoy es mi
primer día de trabajo y tengo mucho por hacer todavía.
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