Por Juan Salvador Guevara*
Como quien se ha
escapado hasta el bar de la esquina a celebrar alguna travesura exitosa en este
mayo de aguas inciertas y tardías, se nos acaba de escurrir demasiado pronto entre
los misterios de la vida, Bladimir Zamora Céspedes, un ser humano excepcional,
con independencia de merecidos títulos y reconocimientos.
Hace poco más de 20
días, con un pequeño grupo de amigos quiso festejar, a su manera, en el patio
de la Unión de
Escritores de Artistas de Cuba, en Bayamo, el arribo a sus 64 años de vida
desprovista de vejez invalidante, conducta almidonada y odios innecesarios.
Dueño de su aguda
lucidez habitual, se le veía entonces recuperado de su maltrecha salud,
contento por la musicalización de algunos de sus poemas y fomentando planes
para su próximo viaje a La
Habana, donde esperaba consolidar determinados asuntos
relacionados con el futuro.
Acababa de publicar una divertida
reseña vinculada con la otrora considerable presencia eslava en la Isla, que según había anunciado,
podría formar parte de la inminente redacción de un proyecto de memorias.
Es decir, todo en el
Blado apuntaba, hasta hace muy poco, a prolongada y laboriosa permanencia suya
sobre la faz de este planeta; pero llegó eso que llamamos muerte, “con su
impecable función” y lo obligó a viajar sin planes ni equipaje, hacia una
dimensión donde permanecerá a salvo del olvido.
A fin de cuentas, para
ese tipo de viaje así quería partir, según su poema El resoplido: Ahora mismo
si me vinieran a / quemar la casa / O en alguna pesadilla / Tocaran a la puerta
para pedirme / Un viaje / por paisajes totalmente fuera / de mi cariño (…) Les
podría decir solo / con el seguro cauce de mi mirada / Llévenme apenas / Con
los olores del cuerpo.
Tal vez, por saberlo
desprovisto de indumentarias y artilugios para prolongados traslados de ida sin
retorno, uno de sus grandes amigos le ha recomendado cuidarse en ese “enyerbado
tránsito hacia la eternidad”, a donde naturalmente habrá de llegar.
Poeta sensible,
periodista fecundo, investigador acucioso, crítico certero, promotor incansable
y eterno redactor de El Caimán Barbudo;
también es autor de antologías, poemarios, compilaciones y cancioneros. De
igual modo, exhibe una significativa trayectoria en los medios radiales y como
realizador de documentales.
Oriundo de Cauto del
Paso, municipio de Río Cauto; Bladimir Zamora Céspedes nació el 13 de abril de 1952.
Acreedor de la distinción Por la cultura nacional, y otros reconocimientos, de
los que nunca hablaba; solía, sin embargo, referirse al hecho de que su patria
chica estaba cubierta por las aguas de una presa enorme, razón por la cual le
resultaba imposible volver a caminar por las tierras que un día había recorrido
de la mano de su abuelo.
Campechano y criollo
hasta la médula, llegó a incorporar ambas cualidades a su estilo de redacción,
sin restar un ápice de rigor y calidad a sus textos, ni de autenticidad al discurso
de sus numerosos entrevistados.
Este miércoles, en La Habana, varios trovadores
se reunieron para cantarle al Blado y alguien propagó la noticia de que ya
había muerto, ¡pero era mentira!, como tampoco es cierto ahora, porque los
creadores auténticos nunca mueren, solo se nos adelantan para facilitarnos el
camino y sembrar nuevos sueños.
¡Hasta la próxima estación de la alegría, Bladi!
*Palabras en la despedida de duelo, este viernes, en Bayamo
*Palabras en la despedida de duelo, este viernes, en Bayamo
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