Cría cerdos y te sacarán los ojos
Anónimo
Paneque
fue un tipo muy popular en Manzanillo,
aunque nadie recuerda su nombre, tampoco el segundo apellido, de dónde
vino y hacia qué lugar marchó, pero se
encuentra ahí, en la historia callejera de su pueblo.
La
leyenda que originó el referido personaje,
junto a su querida cerda, trascendió el tiempo y como de esa fábula muchos quieren saber, aun cuando no haya
nada cierto, ofrezco mi versión sobre el emblemático asunto.
Corría
el 24 de diciembre y en el pueblo se ultimaban los detalles para
festejar la nochebuena: unos seleccionaban las yucas, otros preparaban el
“horno” en la tierra, las mujeres ponían en
remojo los frijoles negros, el mojito criollo…, mientras Paneque afilaba el
cuchillo para el momento protocolar de ese día.
La
alegría se multiplicaba en el vecindario, mientras que en la casa del
referido personaje, los amigos,
reunidos en el patio, pasaban
interminables rondas de cuentos, mientras tragaban ron Pinilla más allá de lo
habitual.
Así
permanecieron hasta caer la noche y bebieron tanto que el anfitrión, apenas sin
sostenerse en pie, con un insistente hipo y voz tropeloza dijo:
-Caballeros…!
Qué clase de borrachera tengo! , mejor dejamos
la comida para el 31 y esperamos juntos el año nuevo.
Muchos
se molestaron, menos la puerquita, pero como buenos amigos al fin,
comprendieron la situación y se marcharon con el compromiso de volver el día
acordado.
Llegó
el esperado momento y con él, otra vez los tragos, los cuentos…
-Socio, date un buche- dijo uno.
-Ahora no- replicó el anfitrión, en tanto tramaba la
idea del esperado sacrificio.
Agarró al animalito por la oreja
izquierda y con un tronco de árbol rollizo le golpeó fuertemente la
cabeza. El madero voló en dos pedazos, uno de ellos repercutió en el pecho del improvisado matarife.
Molesto por el incidente y pensando en
una solución más radical, fue al interior de su domicilio y extrajo un
revólver calibre 38, apuntó bien a la
cabeza del elegido y disparó.
El proyectil rebotó en el cráneo de la marrana y rozó
la cara de su amigo Pancho, quien, herido,
fue trasladado de inmediato al hospital
y atendido allí por el especialista de turno.
Ante el eventual incidente, dos agentes del orden
interior condujeron al “pistolero” hasta
la unidad de la policía, la prensa local difundió la inusual noticia:
“El
dueño del arma y del cerdo, fue citado ante el Tribunal para aclarar el caso y quedó en libertad tras
comprobarse que el arma se encontraba debidamente inscrita. El animal sigue con
vida”.
Desde
entonces, cuando algún manzanillero
resulta bienaventurado por algo, suelen decirle:
-¡Compadre…!
tienes más suerte que la puerca de Paneque.
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