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domingo, 4 de enero de 2015

Betico





                 El que busca un amigo sin defectos se queda sin amigos.
                                                                                            Anónimo.
                                                                                               
                                                                                                                           
A veces pienso que Alberto Francisco Guerrero Peláez, es un nombre  intrascendente para los manzanilleros, sin embargo, “Betico”, el de la imprenta, deviene calificativo pintoresco y reconocido, o sea, el mismo personaje  pero con intencionado marketing.
En él se tejen sólidas tradiciones costumbristas y miles  de chistes, en su mayoría  con cierto sabor etílico,  que  invitan al disfrute pleno de una copa de pensamiento, como parte indisoluble de los  valores identitarios que lleva dentro.
Diariamente  suele sentarse en un banco del parque Paquito Rosales, su hábitat mañanero, para compartir la  tertulia con viejos  amigos que rememoran las travesuras y anécdotas de sus andares por los años.
Un encuentro inesperado en su “puesto de trabajo” post laboral, fue lo suficiente para hurgar su vida, más allá del linotipo, las galeras, el plomo y el inconfundible olor a tinta de la imprenta El arte que le abrió las puertas para adentrarse en ese fascinante mundo.   
Su deporte favorito es el jaibol, aunque el strike a lo Pinilla le fascina a pesar de las reiteradas advertencias de su esposa para que aleje tan dañina práctica:
-Betico, no tomes más…-le suplica a ratos mientras encuentra en él la acostumbrada respuesta:
-No estoy bebiendo de más, vieja…es lo mismo de siempre…
Este singular hombre, de 75 años de edad y 15 como jubilado de las Artes gráficas, deja su impronta al pasar  con válidas propuestas para  un buen  libreto  del Festival del humor Aquelarre.
-Betico, la bebida te está matando lentamente… -dicen algunos mientras la   réplica no se hace esperar:
-Chico  ¿Y quién te dijo que yo tengo apuro en morirme?-¡Ah…!, pero si alguien le increpa para  que tome con medida, siempre confiesa:
-Precisamente por eso llevo en el bolsillo  una cinta métrica, para no irme de rosca  en el trago.
Realmente mi amigo no es un clásico de la filosofía, ni mucho menos, confía en la espiritualidad del hombre que aspira al mejoramiento humano, sus cánones existenciales sobrepasan lo apocalíptico,  alejan  la grosería, se imponen ante la vulgaridad. Y está presto a compartir la sonrisa con  sus cotidianas ocurrencias. 
Hace pocos días, se me acercó con cara de fiesta cumpleañera y me dijo:
-Chico, si de bebida se trata, lo único que lamento en mi vida es el no haber  “tomado”·en su momento el cuartel de bomberos de Manzanillo.
Y lanzando una carcajada se alejó rumbo a  su casa.

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