
Amaos los unos a
los otros, como la vaca ama a su ternero.
(Anónimo)
-¡Vaca lechera, la mía!- repetía
orgulloso un guajiro cincuentón llamado Hipólito Fernández, (Polo), quien se
estableció en un pequeño paraje enclavado en la llanura Cauto-Guacanayabo,
cerca del sistema fluvial del río más grande de Cuba.
Allí, entre palmeras, creó la familia,
el conuco y una gran corraleta para la cría de vacas lecheras, convirtiéndose
en breve en uno de los ganaderos más connotados de la región.
Una madrugada, como de costumbre, se
levantó muy temprano dispuesto a ejecutar el ordeño diario de su vaca preferida:
Tolón, la mejor en rendimiento. Colocó la cubeta debajo de la ubre y agachándose por el lado derecho de la res
apretó las tetillas varias veces, sin
lograr una gota del preciado alimento.
-¡Carijo!, ¿qué está pasando? Ayer,
nada de leche y hoy,,,. tampoco- Dijo entristecido. Debe ser que está en amoríos,
sí, porque las vacas también se enamoran y desganan como nosotros. Bueno…tiempo
al tiempo, mañana será otro día.
Y arreglándose el sombrero de yarey,
tomó por asiento una piedra china pelona situada debajo del frondoso tamarindo,
para pensar tranquilamente en el misterio de lo sucedido y el inesperado
incumplimiento con la entrega del vital producto a la cooperativa.
Esa
noche apenas durmió, daba vueltas y más vueltas en la cama sin conciliar
el sueño. Al día siguiente se levantó antes que el sol y preparó el sitio para
el ordeño:
Aseguró bien la cabeza de la vaca en
el lugar acostumbrado, limpió la ubre con agua y jabón, tomó la banqueta por
asiento, colocó la cubeta en su respectivo lugar y esperanzado, apretó cada
pezón, pero de leche, ¡nada!.
-No puede ser- decía una y otra vez,
el ternero hace unos días lo mandé para la casa de los Pérez. Vamos a
ver qué pasa mañana.
Al día siguiente lo preparó todo y de
la leche, nada.
-Si tengo la vaca acuartonada y el
ternero no está aquí, alguien se está llevando la leche. Me pondré en vela esta
noche y juro que al que coja en eso, le doblo el lomo con el plan de mi
machete.
Al caer la noche, se apostó en un
matorral, cerca de la corraleta donde dormía Tolón, esta vez le acompañaba Tobi,
fiero como no había dos perros en la zona y dispuestos a caerle encima al
ladrón de leche, permanecieron horas, sin avizorar movimiento alguno.
-Déjame asomarme a la corraleta a ver qué pasa- Cuidadosamente se acercó a su vaquita… de repente su rostro
se tornó rosado intenso, no creía en la escena
recreada ante sus ojos:
Tolón, estaba embobecida, sus ojos
mostraban felicidad plena, mientras Polo, estallaba de angustia:
-¡Caramba!, ¡una jicotea chupándole la
teta a mi vaquita! Y dirigiéndose a su temible perro ordenó:
-¡Dale!,Tobi, ¡muerde a esa jicotea
ladrona de leche!¡Muérdela!
El fiero animal partió como una flecha
en busca de la jicotea que al percatarse del peligro se desprendió de la teta y montada
en una yagua se deslizó hasta penetrar en el río.
Tobi frenó en seco de las cuatro
patas, como el mejor de los autos modernos, lanzó tres ladridos al río, agachó
la cabeza y miró apenado a su amo, quien acariciando al animalito le dijo:
-No te preocupes, con el susto que
pasó esa jicotea, te aseguro no volverá por aquí en buen tiempo.