Aunque el hecho sucedería en cualquier momento, la realidad
nos sorprendió a todos, pensábamos que jamás llegaría el adiós al padre eterno,
que lleva dentro cada cubano.
Bajo un diluvio de lágrimas reverenciamos tu imagen de tantísimos
años para agradecerte infinitamente por enseñarnos a compartir lo que
tenemos y no lo que nos sobra, por trazar el camino al desarrollo sin renunciar
a nuestros principios. Entonces…¿Cómo fallarte ahora, Comandante?
Por eso acudimos a la misma plaza de aquel memorable 26 de julio de
2006, donde demostramos, otra vez, nuestra fidelidad a tu legado.
Recordé entonces tus palabras a los intelectuales, sabiamente
esgrimidas cuando muchos pensaron que la política cultural de la Revolución naciente se
regiría por la censura, con orejeras puestas en el pensamiento y no con absoluta libertad de contenido en la expresión
artística.
Tu mensaje final fue contundente: Dentro de la Revolución todo; contra
la Revolución
ningún derecho.
Los desatinos de quienes pensaron en la asfixia del arte y la cultura,
encontraron como respuesta a la
Uneac, el Icaic, la Escuela Nacional
de Arte, Cubanacán, el Ballet Nacional, la red de museos y galerías, la
creación de las diez instituciones culturales básicas en cada municipio del
país, las escuelas formadoras de instructores de arte…
Florecieron, además, teatros, casas de cultura y de la trova, coros,
bandas de música…en fin, toda una estrategia destinada a promover y satisfacer
las necesidades culturales más crecientes de la población.
Revolotearon también en mi memoria las memorables sesiones de trabajo
del Séptimo Congreso de los periodistas cubanos, realizado en la Sala tres del Palacio de Convenciones,
previsto para dos días y extendido a cinco por petición tuya.
Siempre supimos que aquel encuentro sería irrepetible y mucho más
cuando envuelto en una dosis de dulzura y sencillez dijiste: “Me gusta el
oficio, de verdad, ténganme por uno de ustedes”, y como soldado de filas
cumplimos tu voluntad.
Ahora partes a la inmortalidad con tu uniforme y mochila de
incansable guerrillero, a reunirte con el Che, a retomar el aroma de la flor
más autóctona de la serranía, a multiplicar tu entereza de incansable profeta
junto a Camilo, Vilma, Céspedes, Martí…
Con la frescura de siempre comparto también el agradecimiento
eterno de nuestro pueblo, resumido en los memorables versos de la matancera Carilda
Oliver.
Gracias por tu rifle fiel
por tu pluma y tu papel,
por tu ingle de varón.
Gracias por tu corazón
Gracias por todo, FIDEL
Miro hacia atrás y te veo multiplicado en miles de rostros silenciosos,
pero seguros. Una niña lleva el nombre de Fidel pintado en la frente y con la
firmeza de los nuestros dice: Lo llevo ahí, porque no puedo abrirme el pecho
para colocarlo dentro de mi corazón.
No hay retroceso, somos Fidel por voluntad de cubano.
¡Hasta la victoria siempre, Comandante!
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