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viernes, 2 de diciembre de 2016

El hombre que venció la muerte



Es noviembre 25 y la noche en Cuba transcurría apacible, hasta que la devastadora noticia, tantas veces anunciada, estremeció al mundo: “a las 10:29 horas, falleció el Comandante en Jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz”,  lo confirmaba Raúl en su comunicado.
Aunque  el hecho sucedería   en cualquier momento, la realidad nos sorprendió a todos, pensábamos que jamás llegaría el adiós al padre eterno, que lleva dentro cada cubano.
Bajo un diluvio de lágrimas reverenciamos tu imagen de tantísimos años  para agradecerte infinitamente por enseñarnos a compartir lo que tenemos y no lo que nos sobra, por trazar el camino al desarrollo sin renunciar a nuestros principios. Entonces…¿Cómo fallarte ahora, Comandante?
Por eso acudimos a la misma plaza de aquel memorable 26 de julio de 2006, donde  demostramos, otra vez, nuestra fidelidad a tu legado.
Recordé  entonces tus palabras a los intelectuales, sabiamente esgrimidas cuando  muchos pensaron que la política cultural de la Revolución naciente se regiría por la censura, con orejeras puestas en el pensamiento y no con absoluta libertad de contenido en la expresión artística.
Tu mensaje final fue contundente: Dentro de la Revolución todo; contra la Revolución ningún derecho.
Los desatinos de quienes pensaron en la asfixia del arte y la cultura, encontraron como respuesta a la Uneac, el Icaic, la Escuela Nacional de Arte, Cubanacán, el Ballet Nacional, la red de museos y galerías, la creación de las diez instituciones culturales básicas en cada municipio del país, las escuelas formadoras de instructores de arte…
Florecieron, además, teatros, casas de cultura y de la trova,  coros, bandas de música…en fin, toda una estrategia destinada a promover y satisfacer las necesidades culturales más crecientes de la población.
Revolotearon también en mi memoria las memorables sesiones de trabajo del Séptimo Congreso de los periodistas cubanos, realizado en la Sala tres del Palacio de Convenciones, previsto para dos días y  extendido a cinco por petición tuya.
Siempre supimos que aquel encuentro sería irrepetible y mucho más  cuando envuelto en una dosis de dulzura y sencillez dijiste: “Me gusta el oficio, de verdad, ténganme por uno de ustedes”, y como soldado de filas cumplimos tu voluntad.
Ahora partes a la inmortalidad con tu uniforme  y mochila de incansable guerrillero, a reunirte con el Che, a retomar el aroma de la flor más autóctona de la serranía, a multiplicar tu entereza de incansable profeta junto a Camilo, Vilma, Céspedes, Martí…
Con la frescura  de siempre comparto también el agradecimiento eterno de nuestro pueblo, resumido en los memorables versos de la matancera Carilda Oliver.


Gracias por tu rifle fiel
por tu pluma y tu papel,
por tu ingle de varón.
Gracias por tu corazón
Gracias por todo, FIDEL
Miro hacia atrás y te veo multiplicado en miles de rostros silenciosos, pero seguros. Una niña lleva el nombre de Fidel pintado en la frente y con la firmeza de los nuestros dice: Lo llevo ahí, porque no puedo abrirme el pecho para colocarlo dentro de mi corazón.
No hay retroceso, somos Fidel por voluntad de cubano.
¡Hasta la victoria siempre, Comandante!

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