Una mirada que te acerca al mundo de los escritores y artistas de la provincia de Granma, Cuba.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Muerto de qué




                                
                  No acudí al funeral, pero                    mandé una carta diciendo  

                            que lo aprobaba.
                                                                          
                                          Mark Twain


 Para muchos, soltar la  risotada en medio de un velorio  deviene acto repudiable, sin embargo en el deceso que hoy  les contaré, sucedió todo lo contrario.
La  historia ocurrió el 5 de febrero  de 1984, en el habanero Santiago de las Vegas, cuando a  los vecinos del lugar se les ocurrió  celebrar  un falso velatorio y posterior entierro de un tal Pachencho, con el objetivo de  garantizar la asistencia a la fiesta por el cumpleaños del Liceo local.
Cuentan que ese día, un carromato fúnebre recorrió las calles de la ciudad, rumbo a la necrópolis local, arrastrando a decenas de colindantes, mientras el “difunto”, de vez en vez, sacaba la cabeza del ataúd, para saludar a los “dolientes”, convocarlos para la festividad y saciar su etílico deseo:  
-Caballeros… un trago pal muerto, ¡Un trago, por favor…! ¡Ah…! y recuerden, amigos míos, nos vemos en el Liceo!
Unidos en apretada marcha continuaron hasta el camposanto, en cuyo recorrido también estuvieron presentes,  un aparente sacerdote, el grupo musical acompañante y la supuesta viuda:
-¡Ay, Pachencho, mi amor, te vas de este mundo y me dejas sola, con estos cuatro muchachos!, ¿Por qué lo hiciste?... Chico, pon de tu parte, recuerda que todavía faltan por pagar el televisor y el frío…
Durante el recorrido del féretro, cada quien incorporaba al inusual guión su acotación distintiva, de manera que la escenificación de aquella especie de teatro callejero,  se pareciera mucho más, al hecho  real:
-¡Coño, “Pachen“, cierra los ojos para que parezcas un muerto de verdad!
Como farsa al fin, el “occiso” resucitaba una y otra vez en busca  del aguardiente, mientras desafinaba  el canto de un pegajoso estribillo.
-Caballeros, esto le zumba, hasta los muertos del cementerio quieren bailar la rumba.
La celebración cobró tal magnitud  que los manifestantes exigían cambios en el recorrido para “complacer” a quienes acariciaban la idea de  disfrutar, frente a la puerta de sus hogares, la singular representación.
Y como los imprevistos siempre están “a pululo…” llegó el inesperado momento en que el falso velorio se cruzó con un auténtico entierro.
-Por favor… paren la música que ese entierro es de verdad- reclamó uno de la procesión y ahí mismo cesó el fandango.
La  repercusión del hecho trascendió los límites de la felicidad y a partir de ese entonces, sus organizadores “negocian” con las autoridades de Comunales, el cementerio y la funeraria…por si acaso.
Otro momento fatal  resultó el mal día en que “la pelona”  abrazó mortalmente al limpiabotas del pueblo, quien durante 25 años encarnó el personaje de Pachencho:
-¡Carijo,  esta vez sí que se jodió de verdad!- comentó entristecido el viejo sepulturero.
Por unos días  el abatimiento  reinó en el poblado, hasta que felizmente el Liceo  consiguió un “intérprete” por reposición y  a partir de ese momento retornó  la gozadera en el habanero Santiago de las Vegas.








No hay comentarios:

Publicar un comentario