Hay dos maneras de difundir la luz.: ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja.
Lin Yutang
Muchos comentarios populares aún corren de boca en boca, alrededor de aquella emblemática
frase:”a ese no lo cura ni el médico chino", refiriéndose a los pacientes
sin esperanzas de vida o a quienes
se meten en tremendo problema.
Dicen que la referida expresión la motivó un asiático famoso en recetar brebajes
elaborados con tronquillos verdes,
al parecer muy efectivos, que la gente llamó palitos chinos.
En realidad pocos recuerdan el nombre de ese arbusto
con propiedades curativas asombrosas y mucho menos las acostumbradas sesiones
de acupuntura y masaje que brindaba el
curandero.
Cuenta la leyenda que uno de los pacientes del
intitulado doctor, murió al tomar un cocimiento de la representativa planta y
que el chinito del cuento, con oriental parsimonia, sentenció:
- "¡Calamba, palece que ese palito son
veneno!"
Pienso entonces en una inscripción para la tumba del infortunado hombre: “Aquí descansa, en
contra de su voluntad, Pancho Pérez Vitaluga: Buen esposo, buen padre, mal bebedor. Fallecido mediante la ayuda del médico chino”.
Varios estudios mencionan a Kan Shi Kom como el primer galeno
chino registrado documentalmente en La Habana, pero como cada pueblo quiere agenciarse
la leyenda…los viejos santiagueros recuerdan a otro colega de profesión, castellanizado
como Domingo Morales, los camagüeyanos inmortalizan al chino Sian mientras la
ciudad de Manzanillo reconoció a Liborio
Wong, cuyo verdadero nombre era Wong Seng, quien, además de sus aportes
clínicos, alcanzó el grado de capitán
del Ejercito Libertador.
Sin embargo, todo indica que la expresión "a ese
no lo cura ni el médico chino", se
le atribuye a Chang Pon Piang, popularizado entre los cubanos como
Cham Bom-biá que significa “Sol Amarillo”.
Refieren que tal personaje, estudiante de Medicina en
su patria, procedente de la etnia Jaca, al sur de China, llegó a La Habana en 1858,
estableciendo allí su consulta y acosado por las reiteradas denuncias en el ejercicio
ilegal de la Medicina,
se trasladó a Matanzas, donde laboró
como hortelano, instituyéndose también como galeno de increíbles curaciones.
Refieren que en el ejercicio de su carrera “actuaba
con absoluto desprendimiento, cobrando honorarios a los ricos, y conformándose
con decirles a los pobres: “Si tiene dinelo paga pa mí. Si no tiene, no paga”
Acudían a su consulta personas de todas partes,
convirtiéndose en una leyenda viviente, hasta que una mañana, la muerte tocó a
las puertas de su hogar solitario.
Nunca se esclareció la causa del misterioso fallecimiento:
unos comentan que se suicidó con algunos de los tóxicos que preparaba, otros alegan
que lo envenenó un envidioso.
Considerando cualquiera de las dos versiones, dedico también un epitafio al honorable
clínico botánico que aportó sabiduría y pasión a la Medicina cubana:
Aquí descansa
Cham Bom biá, el médico chino que si no vivió más, fue porque no le
dieron tiempo. EPD.
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