Una mirada que te acerca al mundo de los escritores y artistas de la provincia de Granma, Cuba.

martes, 25 de agosto de 2015

El médico chino




Hay dos maneras de difundir la luz.: ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja.                                   

 Lin Yutang

 

Muchos comentarios populares aún corren de  boca en boca, alrededor de aquella emblemática frase:”a ese no lo cura ni el médico chino", refiriéndose a los pacientes sin esperanzas de vida o a quienes  se  meten en tremendo problema.
Dicen que la referida expresión la motivó un  asiático famoso en recetar   brebajes  elaborados con  tronquillos verdes, al parecer muy efectivos, que la gente llamó palitos chinos.     
En realidad pocos recuerdan el nombre de ese arbusto con propiedades curativas asombrosas y mucho menos las acostumbradas sesiones de  acupuntura y masaje que brindaba el curandero.
Cuenta la leyenda que uno de los pacientes del intitulado doctor, murió al tomar un cocimiento de la representativa planta y que el chinito del cuento, con oriental parsimonia, sentenció:
- "¡Calamba, palece que ese palito son veneno!"
Pienso entonces en una inscripción para la tumba  del infortunado hombre: “Aquí descansa, en contra de su voluntad, Pancho Pérez Vitaluga: Buen esposo, buen padre, mal bebedor.  Fallecido mediante la ayuda del  médico chino”.
Varios estudios  mencionan a Kan Shi Kom como el primer galeno chino registrado documentalmente en La Habana, pero como cada pueblo quiere agenciarse la leyenda…los viejos santiagueros  recuerdan a otro colega de profesión, castellanizado como Domingo Morales, los camagüeyanos inmortalizan al chino Sian mientras la ciudad de  Manzanillo reconoció a Liborio Wong, cuyo verdadero nombre era Wong Seng, quien, además de sus aportes clínicos,  alcanzó el grado de capitán del Ejercito Libertador.
Sin embargo, todo indica que la expresión "a ese no lo cura ni el médico chino",   se le atribuye a  Chang Pon Piang, popularizado entre los cubanos como Cham Bom-biá que significa “Sol Amarillo”.
Refieren que tal personaje, estudiante de Medicina en su patria, procedente de la etnia Jaca, al sur de China, llegó a La Habana en 1858, estableciendo allí su consulta y acosado por las reiteradas denuncias en el ejercicio ilegal de la Medicina, se trasladó  a Matanzas, donde laboró como hortelano,  instituyéndose también  como galeno de increíbles curaciones.  
Refieren que en el ejercicio de su carrera “actuaba con absoluto desprendimiento, cobrando honorarios a los ricos, y conformándose con decirles a los pobres: “Si tiene dinelo paga pa mí. Si no tiene, no paga”
Acudían a su consulta personas de todas partes, convirtiéndose en una leyenda viviente, hasta que una mañana, la muerte tocó a las puertas de su hogar solitario.
Nunca se esclareció la causa del misterioso fallecimiento: unos comentan que se suicidó con algunos de los tóxicos que preparaba, otros alegan que lo envenenó un  envidioso.
Considerando cualquiera de las dos versiones,  dedico también un epitafio al honorable clínico botánico que aportó sabiduría y pasión a la Medicina cubana:
Aquí descansa  Cham Bom biá, el médico chino que si no vivió más, fue porque no le dieron  tiempo. EPD.
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario