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lunes, 22 de junio de 2015

El viejo del saco o el asustador de personas




      De pequeño no creía en el hombre del saco. Ahora me parece un poco más   
      real.
      Anónimo
¡Ahí viene el viejo del saco. Uuuuhhh…! decía mi madre durante los primeros años de vida -¡Y te va a llevar si no te comes toda la papa…! (¿Papa?...) sentenciaba ella con la cuchara llena de cereal. Y la paciencia a punto de estallar.

Desde siempre hubo un viejo del saco, o un “coco” a través de los cuales ciertos padres amedentraban a sus hijos, lo que ahora, este  personaje, de mito popular, está presente en casi todas las zonas del país mientras las papas escasean  en el Oriente cubano.
Realmente ese asustador de duendes  que deambulaba  por las calles al anochecer, en busca de niños desobedientes para llevárselos en un gran saco, cambió de objeto social, como dicen los empresarios actuales:  
-Manzanillaaaa…
-Panadero….calentico el pan…
-Mentolito chino, balitas de gas, reguladores y cocinas…
En honor a la verdad, muchos  miramos a estos protagonistas como el punto clave que   trae  en su bolsa el recurso inimaginado o  buscado durante mucho tiempo en la red comercial, sin resultado alguno, por eso acudí a uno de ellos: 
- ¿Papas?
-Sí, a doce pesos la libra.-dijo sin apenas  mirarme
-¡Yeyo…! ¡Compadre…!
-Chico, ¿en qué país tú vives? -precisó el “comediante” mientras colocaba, junto al saco un simpático cartelito:
“Ni fío, ni doy, ni presto; porque si fío, pierdo lo que es mío,  si doy, pierdo la ganancia de hoy, y si presto, al pagar me hacen mal gesto, entonces para evitarme todo esto, ni fío, ni doy, ni presto”.
-¡Vaya refrán!  y pensé en las sentencias populares que llevan dentro esa carga personal y anónima llegada a nuestro tiempo por medio de la tradición oral.
El vendedor enderezó su cuerpo, me miró finalmente y dijo.
-Socio… ¿tú eres el que escribes las estampas en el periódico La Demajagua?   
Y tras mi afirmación volvió a la carga:
-Pues mira,  te voy a hacer un cuentecito para que lo incluyas en uno de tus escritos y dio riendas sueltas a su fabulación:
-Una joven muy preocupada llegó  a la Iglesia y sin muchas pretensiones fue directamente  al confesionario, se agachó y contó sus descalabros.
 -Perdóneme Padre… pero he pecado
- A ver hija mía, confiesa, confiesa tus errores y serás perdonada -dijo con vez mesurada el párroco.
-Es que ayer tuve una noche muy apasionada con mi novio e  hicimos el amor intensamente durante siete horas.
El sacerdote se quedó pensando en el acontecimiento  y le dijo:
-¿Siete veces? Hija mía, exprime el jugo de siete limones en un vaso y los bebes sin parar
-¡Ay, Padre! Y... ¿eso me salvará de mis pecados?
-Bueno… tanto como librarte de tus pecados…No, ¡Pero al menos te borrará esa sonrisa de felicidad que llevas en e! rostro.
Confieso que sonreí mientras aquel hombre metía la mano en el saco y depositando en la mía  tres papas comentó:
-Socio, es verdad que están caras, pero de algo hay que vivir.
Pensé entonces en mi madre y en los primeros años de vida cuando me decía apurando la cuchara:
-Uhhhh…¡Ahí viene el viejo del saco! Uuuuhhh…  






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