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jueves, 11 de diciembre de 2014

Poderoso caballero no es Don dinero



    Siempre volvía a la misma hora, con un ramo de flores que regalaba a la                            
     primera mujer que pasaba.                                        
                                                                                                      Eusebio Leal



Llegué  a la capital cubana estropeado por desigual combate contra un “molino de viento” chino,  el asiento delantero de la Yutong bus, en el que viajaba, me llevó oprimido durante casi doce horas, recurrente tema del cual no pretendo hablar en esta ocasión.
Luego de una breve sesión de estiramiento muscular necesario decidí “andar La Habana”, pero sin Eusebio Leal y de inmediato  me lancé a disfrutar los innumerables encantos que atesora la emblemática ciudad de portales y murallas.
Sin proponérmelo llegué hasta  la Basílica Menor del convento de San Francisco de Asís, a  unos pasos de allí, en la acera, una estatua en bronce me daba la bienvenida: 
-Os nombro reportero imperial, pero… ¡escribe de mí en La Demajagua!- parecía exclamar José María López Lledín, (El Caballero de Paris), andariego personaje de pelo castaño oscuro encrespado y mediana estatura,
Cuentan que  nació en la mañana del 30 diciembre de 1899, en la aldea de Vilaseca, provincia de Lugo, España y  que llegó a La Habana el 10 de diciembre de 1913 a bordo del vapor alemán "Chemnitz". Desde ese entonces anduvo con la cabeza llena de  fantasías y amores frustrados.
Trabajó como bodeguero, vendedor de libros y  de flores, sirviente en restaurantes  y  hoteles de primera categoría, hasta que en 1920 fue arrestado y remitido a la prisión del "Castillo del Príncipe" por un crimen que no cometió.
A partir de ese momento perdió su facultad mental, autodenominándose "El Caballero" y como decía que La Habana era “muy parisién” el populacho cubano lo bautizó como El caballero de Paris, así comenzó a deambular por las calles de la Habana, acompañado ahora por la inseparable esquizofrenia que nunca le arrebató los valores humanos y morales que atesoraba.
Dicen que en cierta ocasión, junto a otros conocidos personajes callejeros capitalinos de su tiempo, fue invitado por Gaspar Pumarejo, fundador  de la TV cubana, a servir como jurado en su programa en vivo "Escuela de Televisión". Al finalizar el espacio, el directivo de la planta quiso regalarle veinte pesos a cada uno de los miembros del panel, cuando le tocó el turno al “Caballero”, este respondió:
- Ni mis sentimientos ni mi alcurnia  permiten aceptarle ese dinero, señor.
-Cójalo, por favor, si lo desea puede donarlo a la Casa de Beneficencia- precisó el promotor del  canal-, a lo que "El Caballero" respondió:
-Bueno, está bien, vamos a donarlos... pero ¿qué hacen entonces los ricos y el gobierno, que son los que deben atender a la Beneficencia? Nuestro aporte será  una limosna y no está bien que los niños de ese lugar tengan que recibirlas.   
Una estatua de bronce de tamaño natural, creada por el escultor José Villa Soberón, eterniza hoy la controversial imagen de aquel quijotesco personaje que a pesar de su locura, mantuvo la honradez hasta el final de sus días.   
Murió a la 1:45 a.m., el 11 de julio de 1985 a la edad de 86 años. Inicialmente, fue enterrado en el cementerio de Santiago de las Vegas en La Habana. Según el articulo de Agence France Presse, sus restos fueron exhumados por Eusebio Leal, el historiador de la Ciudad de La Habana, y transferidos al convento de San Francisco de Asís (ahora una sala de conciertos y museo), su presente lugar de descanso.





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