Una mirada que te acerca al mundo de los escritores y artistas de la provincia de Granma, Cuba.

martes, 22 de julio de 2014

¡Oh, magos…magos!




       
El que no cree en la magia nunca la encontrará.
Roald Dahl

Desmedidas y simpáticas circunstancias rodean al mundo vinculado a este tipo de arte, con el cual se pretende producir resultados  contrarios a las leyes naturales, acciones que no escapan a constantes jocosidades y anécdotas imborrables.
Es costumbre popular, dice César Reyes Ampudia, entendido en la materia, que en medio de un espectáculo alguien te increpe a toda voz:
-Oye, socio, desaparéceme a mi suegra - ¡Qué clase de injusticia, caballeros!, se olvidan que nosotros también padecemos el mismo mal; o aparezca la inesperada intervención del gracioso pasado de tragos:
-Mago…mago…, aparéceme en Francia… ¿Se imaginan? Nada más y nada menos que aparecerlo en Francia. Ñoooo… ¿Y por qué no dejarlo en  Chipre, como dijo el Bacán de la Vida?
Comenta el artista riocautense de varita y chistera que, en cierta ocasión, su pequeño hijo, asistió a una presentación, cuyo acto consistía  en  romper un periódico y luego de algunos pases asombrosos, reconstruirlo a la vista de todos.
De regreso al barrio, el niño, impresionado, narró  a su tío lo sucedido, quien de inmediato se apareció a la casa del ilusionista para que hiciera lo mismo con un libro de texto escolar, despedazado por un chico.
Como es de suponer, no pudo complacerlo, para esos casos se requiere de otros tipos de magos, los  especializados, me refiero a quienes profesan una de las invenciones más antiguas del hombre: el engaño, verdaderos artistas, cuyos  resultados giran  contrarios a las leyes naturales.
Ellos, con sugerentes palabritas te sacan por debajo de la manga un mando para TV de cualquier marca, pilas recargables Triple A, un parabrisa nuevo para  auto, repuestos para el módulo de cocción, laticas de carne prensada y hasta una pesa con  libras  de 14 onzas.  
En honor a la verdad, Ampudia también  anduvo entre esas ilegalidades, pero en aquella ocasión  como oficial de DTI. A veces pienso que desde entonces era mago, le acompañaba la misma capacidad hipnótica rápida, efectiva e increíble que hoy muestra con orgullo.  
En cierta ocasión, comenta, actuaba en una comunidad situada al norte de Holguín, de cuyo nombre prefiere no acordarse, el público embobecido abría los ojos hasta más no poder, mientras él, sonriente, sacaba espectacularmente una paloma del  pañuelo que voló hasta posarse en el improvisado escenario. Los aplausos no cesaban.

El final del acto consistía en desaparecerla, estaba emocionado, alegre, pero se distrajo agradeciendo las aclamaciones del público, un gato  que no estaba en el programa, arrancó de un zarpazo a la inofensiva ave y huyendo con ella despavoridamente, puso fin al espectáculo. ¿Quién es más rápido, el mago o el gato?
Por eso, como dijera el novelista, periodista y dramaturgo brasileño, Paulo Coelho, la magia es un puente que te permite ir del mundo visible hacia el invisible y aprender las lecciones de ambos mundos.
Entonces aprenda bien la lección y no deje que otros le  confundan la Gramática con la Aritmética. A buen entendedor…                                           

 

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