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miércoles, 24 de febrero de 2016

Cubano por cuenta propia





                                  De las crisis brotan las mejores ideas.
                                           Einstein                                                                                                                                


Con frecuencia  escucho de muchas personas la reiterativa expresión:
-¡Caballeros, la situación está dura!, ante la conocida frase me abstraigo  con cierta picardía y pienso:
¡Tiempos difíciles aquellos!, cuando florecieron los cigarros “tupamaros” envueltos con hojas de libretas y picadura reciclada, el potaje de cuescos de anoncillo, los peines  artesanales  elaborados con tubos de pvc y las armaduras de espejuelos manufacturadas con monedas de plata.
Iniciaba el llamado Período Especial en Cuba,  a principios de los años 90, permeado de extrema escasez,  que  nos obligó a soltar la imaginación creadora para paliar las crecientes limitaciones. 
¿No hay transporte?, aparecieron los llamados camellos, que nada tienen que ver con el desierto, también las limosinas criollas, el Riquimbili, el bicitaxi, las cuchufletas y triciclos… mientras los más ingeniosos  adaptaban motores de gasolina a luz brillante, para que circularan los autos de manera más económica.
Los preservativos sustituyeron al caucho para  ponches en  neumáticos y el transformador del televisor Krim 218, devino tungar  cargador de  baterías, se comercializaban jabitas y llaveros con gomas para sueros, en desuso, reciclábamos con tinta de imprenta algunas telas  rodilladas para estar a la moda… 
Y como el cubano es una especie humana distinta a las demás, asumimos el reto que  impuso la vida y  burlando nuestros  problemas, apareció una especie de antena  utilizando  bandejas de comedor escolar, que unidas  a una T de madera, constituía la mejor manera de armonizar la señal de los canales televisivos, por ese entonces en blanco y negro.  
Surgieron, además, las podadoras de césped fabricadas con el mecanismo de lavadoras Aurika, hornos caseros mediante de  un tanque inservible de 55 galones, búcaros y carritos  confeccionados con laticas de cervezas o refrescos, flores hechas con placas radiográficas, el arroz microjet, ¿lo recuerdan?,  se freía hasta dorarlo y luego se le echaba  el triple de agua, de manera que una latica del referido producto, llenaba la  olla.
Apareció  el   picadillo de cáscara de plátanos y hasta el recurrente bistec de toronja, a mi entender  el gran aporte cubano a la cocina vegetariana, que ojos humanos han visto.
El prolongado apagón nos llevó de prisa y surgieron los  mecheros  a partir de un tubito de pasta dental, se popularizó el Nonó, para cocinar los alimentos, el calentador  de agua casero, introduciendo una latica dentro de otra, separadas por pedacitos de madera,  mientras las baterías de autos y camiones servían como mini plantas eléctricas hogareñas.
Fue la época en la cual ingerimos más té que los mismísimos ingleses, acompañado con una mini dosis de ron, porque la bebida alcohólica  escaseaba y necesitaba un extensor acorde con el paladar para saciar la exigencia de los bebedores.
Jamás hubo tantos vinateros en Cuba, recuerdo los de chícharo, arroz y maíz, de manera que con solo tomar dos copas de estos productos, cualquiera entraba en estado de embriaguez y almorzaba a la vez.
Por eso cuando escucho la  frase: -¡Caballeros, la situación está dura!- me abstraigo y reitero:
¡Tiempos difíciles aquellos!, todo depende del cristal con que se mire el asunto. 

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