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jueves, 24 de diciembre de 2015

A lo mejor para el año que viene…





Incuestionablemente, Diciembre es el duodécimo y último mes del año en el calendario gregoriano, aunque pensándolo bien debió  haber sido el décimo del almanaque romano, por lo de Dici, pero bueno… en fin las cosas: tiene 31 días y de acuerdo con una vieja   tradición, la piedra que lo simboliza   es la Turquesa y su flor, la Poinsetia.
Es, por excelencia, el mes justificado para proponernos lo que realmente venga en ganas: dar y recibir amor, éxito en el nuevo trabajo,  un préstamo del banco, un viajecito al exterior, aunque se compliquen las visas,  salud, dinero y prosperidad  para todos, como dice el Tosco en una de sus canciones y por qué no, hasta disfrutar de un buen chistecito como este.
Dos amigos se encuentran en un parque y sin tantas pretensiones entablan una animada conversación:
-Ven acá, chico, a parte de todo… ¿a qué te dedicas?
-Bueno, entre otras cosas…soy bidente.
-Vaya…entonces… ¿Puedes adivinar lo que sucederá el próximo año? -indicó el primero
-En realidad, tanto como predecir el futuro… no, no puedo.
-Entonces… ¿de dónde sacas qué eres vidente?
-¡Ah!…¡Compadre, soy bidente, porque solo tengo dos dientes! -BI-DEN-TE-, ¿comprendes? y no sé cómo me las voy a arreglar para comerme los chicharrones este 31 de diciembre.
Estos son días para festejar y saludar, por eso pretendo transmitirles mi reconocimiento especial a todos los lectores que el último sábado de cada mes disfrutan de  las estampas.
Y comoquiera que alguien dijo que el  Lada está hecho para tiempos difíciles, quiero compartir tal agasajo con el auto de matrícula B045 248 por dejarme botado en reiteradas ocasiones, también a los que de una forma u otra cooperaron  para echarlo  a andar, a Manolito Roble, por aportar  los más increíbles inventos.
A quienes dijeron que el carro  era de pila, por la pila de gente que se necesitaba para empujarlo, al joven estudiante de trompeta, en la Escuela Profesional de Arte, de Bayamo, que  durante los primeros días extendió sus brazos para auxiliarme en el remolque, aunque al final, al percatarse de mi presencia, recogía el atril y el pentagrama y se marchaba veloz, con su música a otra parte, a los custodios de ese centro estudiantil que también lo hicieron en no pocas ocasiones, a los pasajeros que trasladé insistiéndole…
–Tire la puerta bien duro, pa que cierre.
Y como tengo parte de creyente, al creer que tengo un carro…albergo la esperanza de su reposición, a lo mejor para el año que viene... lo bueno sucede.

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