Incuestionablemente,
Diciembre es el duodécimo y último mes del año en el calendario gregoriano,
aunque pensándolo bien debió haber sido
el décimo del almanaque romano, por lo de Dici, pero bueno… en fin las cosas: tiene
31 días y de acuerdo con una vieja tradición, la piedra que lo simboliza es la Turquesa y su flor, la Poinsetia.
Es, por
excelencia, el mes justificado para proponernos lo que realmente venga en
ganas: dar y recibir amor, éxito en el nuevo trabajo, un préstamo del banco, un viajecito al
exterior, aunque se compliquen las visas, salud, dinero y prosperidad para todos, como
dice el Tosco en una de sus canciones y por qué no, hasta disfrutar de un buen
chistecito como este.
Dos amigos se encuentran en un
parque y sin tantas pretensiones entablan una animada conversación:
-Ven acá, chico, a parte de todo…
¿a qué te dedicas?
-Bueno, entre otras cosas…soy bidente.
-Vaya…entonces… ¿Puedes adivinar
lo que sucederá el próximo año? -indicó el primero
-En realidad, tanto como predecir
el futuro… no, no puedo.
-Entonces… ¿de dónde sacas qué
eres vidente?
-¡Ah!…¡Compadre, soy bidente,
porque solo tengo dos dientes! -BI-DEN-TE-, ¿comprendes? y no sé cómo me las voy a
arreglar para comerme los chicharrones este 31 de diciembre.
Estos son días para
festejar y saludar, por eso pretendo transmitirles mi reconocimiento especial a
todos los lectores que el último sábado de cada mes disfrutan de las estampas.
Y comoquiera que alguien
dijo que el Lada está hecho para tiempos
difíciles, quiero compartir tal agasajo con el auto de matrícula B045 248 por
dejarme botado en reiteradas ocasiones, también a los que de una forma u otra
cooperaron para echarlo a andar, a Manolito Roble, por aportar los más increíbles inventos.
A quienes dijeron que el
carro era de pila, por la pila de gente
que se necesitaba para empujarlo, al joven estudiante de trompeta, en la Escuela Profesional
de Arte, de Bayamo, que durante los
primeros días extendió sus brazos para auxiliarme en el remolque, aunque al
final, al percatarse de mi presencia, recogía el atril y el pentagrama y se marchaba veloz,
con su música a otra parte, a los custodios de ese centro estudiantil que
también lo hicieron en no pocas ocasiones, a los pasajeros que trasladé
insistiéndole…
–Tire la puerta bien duro,
pa que cierre.
Y como tengo parte de
creyente, al creer que tengo un carro…albergo la esperanza de su reposición, a
lo mejor para el año que viene... lo bueno sucede.
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