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lunes, 23 de febrero de 2015

La verdadera historia de Niño Mentira



                                                                    
                                                  De vez en cuando di la verdad   para
                                                  que te crean cuando mientes.
                                                                                  Jules Renard

Corrían los primeros años de la década de los setenta, cuando un joven inquieto de gafas oscuras y colorida vestimenta, nombrado Rolando Salgado Palacio, irrumpió en la cultura manzanillera, con el sueño de convertirse en un músico famoso y transitar el mundo con su arte.
Dicen que a los siete años de edad comenzó a tocar instrumentos de percusión, jamás acudió a la escuela de música, investigó, como  autodidacto por excelencia, mientras  los muchachos del barrio, incrédulos, le repitieran burlonamente:
- Oye, Niño, tú no eres músico ná.
Era tanto el afán por ser grande entre los grandes, que transitó por diferentes espacios en busca del suyo: el grupo de música latinoamericana  Ayacucho, la  trova manzanillera, tocador de tumba en la comparsa del popular barrio de Santa Elena…. hasta emplantillarse profesionalmente en el conjunto Soneros, de Manzanillo,  dirigido por el trompetista Tomás Sánchez, recorriendo  junto a ese colectivo varios municipios de la provincia. 
Tras  regresar al terruño, vecinos y amigos se interesaban siempre por la última gira del referido personaje y encontraban en él la inventada respuesta:
-Chico, andaba por Europa y de paso llegué hasta Brasil- decía con pícara mirada y ahí mismo les prometía, para el próximo viajecito, un regalo para estimular a los más allegados.
En tiempos de ausencia, los interesados en el donativo, pasaban a menudo por la casa para corroborar la veracidad del hecho: 
-María ¿es verdad que tu hijo anda de viaje por los países?-y la madre, apenada, bajaba la cabeza y arremetía contra el muchacho cuando llegaba al hogar. 
Por ese entonces estaba de moda la canción de Adalberto Álvarez El bongosero mentiroso, como él tocaba  bongó y era un experto en falsear la realidad, sus compañeros lo bautizaron como “Niño mentira”. 
Así, tejiendo imaginarias historias, llegó a tocar las congas junto a Cándido Fabré y su banda, hasta que un día Ángel, el hijo de Félix Chapotin, lo descubrió, se lo llevó para La Habana, enseñándole los últimos secretos de ese instrumento  
Luego formó parte de  Los Bocucos, la orquesta del Niño Ribera, Los Chuquis, Barbarito Torres y su piquete cubano, el  Buena Vista Social Club, la Afro Cuban All Star… y comenzó a viajar por el mundo, esta vez muy en serio:  Brasil, México, Francia,  giras por toda Europa, Japón, África, Australia, Israel, Marruecos, Singapur, Malasia, Curasao, San Martín, San Bartolomé, Jamaica, Rusia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos de Norteamérica… acaparando la atención de la prensa especializada internacional:
"El Niño Salgado, percusionista de la legendaria agrupación cubana Buena Vista Social Club, está en Guayaquil" -anunciaba un periódico ecuatoriano.
Allí, la escuela de música contemporánea Paradox lo declara  maestro de percusión, al abrirse en la institución esa nueva rama melódica, mientras él multiplicaba  sus aportes a la historia del instrumento, con trabajos y proyectos novedosos para ese género en Cuba. De esa forma, el Niño Salgado cumplía  su anhelado sueño.
Me sentía orgulloso de tener un amigo afamado, por eso cada  vez que coincidíamos, chateábamos gustosos en la Internet y hasta me   prometió una botella de Tequila para festejar la victoria al regresar del país azteca.
Pensé en sus bromas de juventud, en los regaños de la vieja María, en la personalidad de mi amigo… y  por muchas razones le creí.
Hace más de cuatro años de aquella promesa y aún siento la ligera impresión de que la historia inicial se repite.

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