Salvaguardar los valores musicales que atesora nuestro
país, deviene preocupación constante en la obra de Arturo Jorge Cabrales,
prolífico compositor y director del Cuarteto Tradición, encargado de preservar
y difundir nuestros ritmos más auténticos.
Nacido en la barriada de San Rafael, cerca de
Guasimilla, en Bayamo, municipio capital de la suroriental provincia de Granma, este inquieto joven atesora un discurso conceptual
envidiable, autor de innumerables canciones, en las que el costumbrismo cubano
encuentra el sitio ideal para recrear la cotidianidad de la vida y de su gente.
-Cuénteme de sus
inicios
-Mi barrio era muy alegre, los guajiros de entonces tocaban
nengones, sucu sucu, guarachas y el llamado Son del llano, característico de la
zona norte de Manzanillo y de la llanura del Cauto, bajo esa influencia crecí y
apenas con ocho años de edad pulsaba la guitarra de manera autodidacta.
-¿Cómo llega al mundo
profesional?
-Noyda González, directora del grupo Canoy, me
facilitó la entrada como tresero, conocía de mis reiterados premios en el
festival de música Pimpo La O, que por ese entonces patrocinaba la Casa de la
Trova La Bayamesa.
“Poco después inicié estudios elementales de guitarra
clásica, en el Centro de superación para la Cultura y luego el nivel medio en
tres”.
-¿Sus principales
referentes?
-La herencia viene de aquellos guajiros improvisadores
de monte adentro, línea que hoy continúo con mayor conocimiento, de las viejas
melodías interpretadas por treseros en las cantorías comunitarias por el Día de
Santa Rosa, cuando florecía la décima bajo la célula rítmica del nengón.
“Después Carlos Puebla, que disfrutaba diariamente en
el programa radial De Cuba traigo un cantar, Compay Segundo, Eliades Ochoa y
otros grandes de la música popular cubana, ellos me afianzaron el sentido de
pertenencia con sus formas de decir y hacer.
“Así nacieron Guajirito en La Habana, Llevo la trova
en el alma, La herencia, Cosas de la vida, A defender mi folclor…”
-¿Y el Cuarteto
Tradición?
-Tras abandonar el grupo de Noyda, proseguí mi carrera
como trovador, pero sentía necesidad de ampliar la sonoridad de lo que hacía,
se me ocurrió fundar un cuarteto, ¡vaya odisea!, la idea costó sangre, sudor y
lágrimas.
“En el año 2006, Jorge Noriega asume la dirección del
entonces Centro de la música Sindo Garay de Bayamo, se interesó por lo que
hacíamos y conociendo los escollos en nuestro camino, decidió ayudarnos.
“La participación del grupo en el festival Pepe
Sánchez, en Santiago de Cuba, abrió horizontes, el aval extendido por la calidad
de nuestras presentaciones, justamente en “casa del trompo musical”, favoreció
nuestro empeño.
“Nos creíamos grandes y bajo la alegría del triunfo
regresamos a Bayamo, dos años después recibíamos el certificado de evaluación
profesional”.
-Muchas personalidades
de la cultura reconocen sus valores musicales, ¿considera apropiada la
promoción recibida?
-Estoy satisfecho con el trabajo de los medios masivos
de difusión, agradezco cuánto hacen por socializar la obra, empeño que también
debieran asumir nuestros representantes.
“La disquera Tomi Music, con su presidente Mo Fini, se
encarga de promovernos internacionalmente, al extremo de colocarnos entre los
nominados al Grammy latino de la pasada temporada, el canal Tele Sur difundió la presentación de
nuestro primer fonograma en la Casa de la Música de Miramar, pero no contamos
con un relacionista público que promueva cuanto hacemos”.
-Sin memoria no puede
haber sentido de pertenencia, bajo ese precepto, ¿cuál es su compromiso con el
patrimonio musical cubano?
-Mantener vivo el Son del llano, es la forma de
preservar las raíces, componer 179 obras, con la estructura tradicional de Pepe
Sánchez, Miguel Matamoros Ñico Saquito, Polo Montañez, recreadas con nuevos
matices, constituye otro valioso aporte.
Soy el creador y ejecutante de una doble guitarra que
llamo “Octatres”, compuesto por un tres y una guitarra con ocho cuerdas, con
ella logro mayor armonía en cada interpretación.
“El cuarteto mantiene la esencia de lo tradicional, el
tecnicismo electrónico solo distanciaría las raíces de los árboles que un día
favorecieron el camino por el que transitaron los grandes del pentagrama
nacional”.
Entre risas y anécdotas, llegamos al final, apago la grabadora,
Arturo ajusta el sombrero Alón, estrecha mi diestra y cabalgando sobre su
“Octatres”, nos despedimos hasta un próximo encuentro.
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