La reciente edición del concurso de interpretación Adolfo Guzmán
constituye no solo un espacio atractivo para la
noche dominical, sino la recuperación de un certamen dirigido a enaltecer la música
cubana, la creación musical y el desarrollo interpretativo.
Criterios
positivos y desfavorables polemizan el tema en el contexto nacional, sin
embargo, soy de los que prefiere llegar al final para sacar mi propia
conclusión, como afirma el destacado colega Taladrid, considerando que en cada
salida aparecen nuevos aportes.
En
reiteradas ocasiones, se ha dicho que el Guzmán forma parte de la memoria
musical del país, desde su nacimiento en 1978, espacio esencial para la
promoción de autores y obras que sustentan el desarrollo de la música popular
cubana.
Y aunque muchos
afirman “que la nueva entrega no sigue la tradición legada por la historia del
espacio”, insisto en que lo particular resulta caso aislado, pues lo
referencial es su continuidad patrimonial, en cuyas galas también reciben
homenajes destacados intérpretes y compositores del género.
Las
dedicadas a Benny Moré en el centenario de su nacimiento, a Polo Montañez, a
Juan Almeida y a Lourdes Torres, por citar algunas, constituyen verdaderos
ejemplos de lo auténticamente nuestro, dispuestos para alzar la voz en los cada
vez más competitivos escenarios internacionales.
Mayormente,
las letras en concurso gozan de buena factura, reconocidas por el jurado de
probada calidad: Yianela Pérez, musicóloga; los premios nacionales de la Música
Adalberto Álvarez y Beatriz Márquez, esta última ganadora en eventos anteriores
del Guzmán, y los compositores Edesio Alejandro e Israel Rojas.
Lanzar una
breve mirada a la calidad de las composiciones y su defensa, siempre resulta
atinado, mucho más en un evento de competencia fuerte, que corrobora
la supremacía de los compositores cubanos, frente a la banalidad de algunas
letras “de moda”, escuchadas por doquier.
Si
importante para el músico es el respeto al público, el compromiso del
compositor es brindar letras que inviten a la reflexión, al disfrute y al goce
estético a veces olvidado por quienes portan como oficio el hermoso arte de
componer.
En el
concurso prima el género canción de elevado vuelo poético, con señal
referencial en temas como Haciendo fe, Giselle, Almas de mi ciudad, Lo que tú
me faltas, En abril, Pretexto y Serás.
Quiero
detenerme, precisamente, en las dos últimas finalistas de la
segunda gala semifinal del concurso; Pretexto,
en opinión del jurado, una de las obras más completas, cuyo trabajo
armónico derrocha cubanía de principio a fin, texto de excelente factura
respaldado por la atractiva interpretación.
Por su
parte, Serás, del compositor Roly Rivero, defendido por la bayamesa Annys Batista,
radicada en La Habana, es una obra cantada magistralmente que, en pocas letras,
expresa el mensaje completo, detalle importante en una canción.
Al decir del jurado se
trata de “una excelente interpretación, bella melodía con arreglo e
interpretación de excelencia, eficiencia poética que prestigia el concurso,
comparada por muchos con la etapa de oro de la musicalísima Beatriz Márquez”.
Annys Batista resultó
ganadora en el festival internacional Boleros de oro, trabaja como corista con
destacadas figuras del país, como Luna Manzanares, Descemer Bueno, El niño y la
verdad, Amaury Pérez, Ivette Cepeda y en otras ofertas de RTV Comercial.
Paralelamente a la
participación en el Guzmán, conforma su futuro proyecto como solista, el cual,
según sus declaraciones, será fortalecido con la maravillosa experiencia del
actual concurso, que la popularizó como intérprete, le facilitó el intercambio
con otros autores y cantantes, y amplió sus conocimientos de interpretación,
coreografía y desenvolvimiento escénico.
Por el momento, solo nos
queda esperar por la noche final, ahí conoceremos la decisión de quienes
seleccionaron el ganador, entre las 24 canciones en competencia.
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