Las
cosas claras y el chocolate espeso.
Anónimo
José Alberto vive en Bayamo, hace 46
años, donde nació el 19 de marzo de
1968, justamente en el corazón de la emblemática ciudad, tal vez por ese
arraigo tan apegado a lo nacional, su alma es también intrépida y natural.
Muy temprano comprendió cómo se hace camino al andar y, desde entonces, jamás detuvo el paso
arrollador sobre la tierra. En realidad, es un hombre sencillo, sentimental,
romántico, cantautor de primera línea y jodedorrrr… hasta no más.
Prefiere las torrejas, para
contradecir a quienes afirman que el pan de la bodega es malo, se deleita
con el café sin chícharo, y disfruta las
parrilladas de cerdo o de pollo por pescado, ocasionalmente, realizadas en su
hogar, entre los amigos más cercanos.
Cheo, como familiarmente lo llaman,
es hijo de Babalú Ayé y no entiende de
puertas cerradas, porque salta muy bien
por la ventana cuando alguien le obstaculiza la marcha.
Saborea la cerveza fría “a punta de estaca” y
confiesa que no le gusta el ron, pues a veces los cantineros, en su cambio de
labor, se entretienen echándole agua al
etílico aromático.
De la misma forma en que Charles
Darwin demostró la evolución de las especies, este amigo mío, asociado a la Uneac, replantea
constantemente sus ambiciosos proyectos, se emociona, discute de manera apasionada para no dar su brazo a
torcer y guarda en su memoria incontables anécdotas.
Me cuenta que en cierta ocasión la
firma Palmares, en Granma, lo invitó a un recorrido promocional por Baracoa,
aceptó la propuesta y al llegar a la Ciudad Primada se hospedó en el hotel La Rusa, desde donde divisó un
cartel que decía: “Hoy, concierto único de El Ruiseñor”.
Aquello lo emocionó sobremanera
hasta que llegó el momento esperado, momentos antes de comenzar el espectáculo
se le acercó el gerente de la corporación y en secreto le comentó:
-Mire, José Alberto, debo decirle
que esa palabrita de El Ruiseñor ha
llamado la atención a la comunidad gay de la zona, hay tremenda confusión y piensan que eres homosexual, tienen casi
todas las sillas ocupadas, ¿usted dirá
qué hacer?
Y la respuesta del bayamés brotó sin tantas
pretensiones:
-No se preocupe, señor, para mí eso
no es problema- y salió a escena caminando
al estilo finísimo de Juan Gabriel en sus mejores momentos.
En medio de un abejeo inusual y
gritos de -¡Perrísimo, niño, perrísimo…! el cantor se acercó al micrófono
y dijo:
-Señoras y señores, muy buenas
noches, tengo que comunicarles que soy heterosexual, los quiero mucho y este concierto va por ustedes.
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