La puerta mejor cerrada
es aquella que
puede dejarse abierta.
Proverbio chino
Dicen que Cun cook Che tiró de las bridas desde Cantón a La Habana y que de
un gran salto llegó a Manzanillo el 31 de agosto de 1949, cuando el
terruño abría también sus brazos a casi medio centenar de asiáticos.
Atrás dejaba la urbe más importante del Sur de China,
bautizada con el nombre de Yancheng (Ciudad de las cabras), uno de los
principales puertos del país, también se alejaba de las milenarias tradiciones,
de su identidad y de imborrables recuerdos familiares.
Venía con la cabeza llena de sueños,
la inquebrantable juventud a cuestas y el deseo de establecer un negocio que le
proporcionara fortuna.
Pronto se alistó como planchador en
un tren de lavado, cerca del puerto que le recordaba a su pueblo, compartía allí
un espacio en el que ganaba el sustento, aportado por una clientela fija que crecía diariamente.
Este personaje silencioso, uniformado
siempre con pantalón negro, camiseta blanca y peculiar sonrisa, amante del pescado, arroz blanco sin sal ni grasa, a
ratos se trasladaba hasta el ferrocarril, tal vez para familiarizarse con ese
vocablo, tal vez para aprender a pronunciar el sonido de la rr que nunca logró:
-Chico, ¿quién inventó esa palabla? -decía
y ripostaba a la vez con su peculiar sonrisa:
-Bueno, si tú llega a China, te pasa
100 año y no sabe ni papa, ¿entonce qué?
Así con la paciencia y sabiduría características de
los asiáticos se cubanizó, aportó su filosofía, pensamiento, el apellido a una
familia, comenzó a llamarse Joaquín, se enamoró de una cubana, de la liseta
frita, del potaje de frijoles negros o colorados que antes rechazaba...
Poco a poco nuestra cultura lo fue absorbiendo,
y él, a gusto, se dejó arrastrar por las
huellas identitarias de lo criollo.
Hace pocos días llegué hasta su
casa, en la memoria tenía a aquellas personas laboriosas de mi infancia, que
juntos fumaban de una enorme pipa de bambú y hablaban un idioma que aunque no pronunciaba
la rr, jamás entendí.
El nieto de Cun, Joaquín, o el chino
planchador, me adelantaba la triste noticia y su hija lo corroboraba. Lamenté
muchísimo no haber estado ese día junto a Cun cook Che, el
último chino que tiró de las bridas desde Cantón a La Habana y que de un gran
salto llegó a Manzanillo.
Este emblemático hombre no pudo guiar el viento desde
la orilla del río de las Perlas (Zhujiang), sin embargo pudo, en el
Guacanayabo, cambiar la dirección de sus velas y dejar como fortuna el grato
recuerdo de quienes lo conocieron y una
plancha de carbón, testigo de su paso por la ciudad.
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