Cuentan
que, en 1846, el clarinetista belga Adolphe Sax, patentó el saxofón, tras
largos años de intensa búsqueda por encontrar un instrumento que produjera
sonidos de los llamados vientos-metal-madera.
Lo
que no imaginó el talentoso investigador, es que más de un siglo después, en
Bayamo, Luisito Bonet Tamayo, destacado músico de la suroriental provincia cubana de Granma, organizara
un espacio para dignificar y bendecir al referido instrumento.
Surgió
así el Encuentro territorial de saxofonistas solistas, convocado por la Filial
de música de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba ( Uneac) en Granma, que
este año arribó a su décima segunda edición.
La
grata presencia de virtuosos académicos, el marcado interés de otros
profesionales por participar en el programa y de un público enamorado de sus
amplias pretensiones, le imprimieron al evento un sello distintivo de buen
gusto y factura artística envidiables, en tiempos en que la banalidad cabalga
junto al mal gusto.
El
evento, con carácter anual, promociona a los nuevos valores en defensa del
melodioso instrumento, muy difundido dentro de la música ligera: La chica de
Ipanema, El manisero de Moisés Simón y otras obras del consagrado repertorio de
Bach, Beethoven, Schubert, Vivaldi testifican su valía en cada momento.
Significativa
resultó la experiencia de los alumnos de la Escuela profesional de arte Manuel
Muñoz Cedeño, quienes, durante los días 19 y 20 de este mes, compartieron el
escenario de la Uneac, con destacados profesionales del territorio.
La
magia también repartió emociones durante el espectáculo final, multiplicando
sortilegios para guardarlos luego en el milagroso
sombrero de copa que reaparecerá a mediados de marzo del próximo año, para
recordar al belga Adolphe Sax, padre del saxofón que siempre invita y conmueve.
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