Ríe y
el mundo reirá contigo, ronca y dormirás solo.
Mi abuela
Desde pequeño quise ser alguien en
la vida, pero con el paso de los años comprendí que debí haber sido más
específico, antes era indeciso... ahora no sé, es un problema de apreciación,
¿comprenden?
Mi abuela siempre tuvo gran visión
para esas cosas, por eso me decía:
-Mira, muchacho, si te matas
estudiando serás un cadáver culto, debes hacerlo con moderación, y no insistas
en arreglar los problemas económicos de la casa, todo es muy fácil de
solucionar, lo necesario es tener dinero
y nada más.
Mi interés por la lectura sobrepasaba
los límites laborales, además de que alguien me alertó:
-Fuera del perro, un libro es el
mejor amigo del hombre y dentro de ese animal probablemente esté demasiado
oscuro para leer, por eso busqué otro destino, al fin y al cabo, estudiar para
los exámenes es desconfiar de tu compañero de aula.
Tiempo atrás, tenía la mente
atrofiada, acudí a la consulta del
psiquiatra, me hizo varias preguntas y al concluir, diagnosticó que yo estaba
loco; le pedí una segunda opinión y expuso
que también era feo, cuestión que no me sorprendió, porque ya lo sabía por los
muchachos del barrio.
Al
nacer pobre y feo tenía grandes posibilidades futuras; se me desarrollarían
ambas condiciones; el corazón no envejece, el cuero es el que se arruga.
Realmente todo lo bueno en la vida mata, engorda o embaraza, y digo esto porque, en honor a la verdad, el amor es
ciego… solo el matrimonio puede devolverle la vista, aunque, a veces, la excepción de la regla dure nueve meses y
nadie la perciba. ¡A buen entendedor… menos sopapos recibe!, ¿verdad?
De vez en cuando, pienso en otra
frase proverbial para estos casos: cinco minutos de emoción… nueve meses de
hinchazón, todo depende del cristal con el que la mires.
Tener relaciones sexuales sin
protección es algo mágico, casi siempre aparece un bebé y desaparece el papá, aunque
esta aseveración es relativa… y lo digo
por mí.
Hace algún tiempo fui a una base de Campismo Popular y aún cargo los efectos de aquel cartelito
provocador que me calentó la cabeza: “Ahorra agua, dúchate con tus amigas”.
En acto de hidalguía y por honor quijotesco, cumplí el mandamiento
al pie de la letra, sin pensar en sus consecuencias y le metí mano al asunto.
Cuando un médico se equivoca, lo mejor
es echarle tierra al caso -pensé-, pero
como no estudié esa profesión… se me triplicó la equivocación… y luego la tierra no me alcanzó para rellenar
el daño causado.
Ahora, cuando mis hijas Mariela,
Martica y Marilú, salen juntas a pasear, la gente comenta con ironía:
-Ahí van las campistas…
Lo de hacerlo bien, sin mirar con
quien, es puro cuento, al final trae esos
nefastos resultados, abuela repetía: siembra vientos y estarás mal del estómago,
nada más cierto, aquel día me expulsaron del restaurante campestre por
indisciplina social.
Pero bueno… ¡a mal tiempo buena
cara!, esto solo fue un pretexto para compartir
los refranes liberados por mis antepasados en su libreta de
abastecimiento digital:
-Quien a buen árbol se arrima, no
se le ve cuando orina.
He dicho.
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