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viernes, 6 de septiembre de 2019

Refranes liberados



                             Ríe y el mundo reirá contigo, ronca y dormirás solo.
                                              Mi abuela
Desde pequeño quise ser alguien en la vida, pero con el paso de los años comprendí que debí haber sido más específico, antes era indeciso... ahora no sé, es un problema de apreciación, ¿comprenden?
Mi abuela siempre tuvo gran visión para esas cosas, por eso me decía:
-Mira, muchacho, si te matas estudiando serás un cadáver culto, debes hacerlo con moderación, y no insistas en arreglar los problemas económicos de la casa, todo es muy fácil de solucionar,  lo necesario es tener dinero y nada más.
Mi interés por la lectura sobrepasaba los límites laborales, además de que alguien me alertó:
-Fuera del perro, un libro es el mejor amigo del hombre y dentro de ese animal probablemente esté demasiado oscuro para leer, por eso busqué otro destino, al fin y al cabo, estudiar para los exámenes es desconfiar de tu compañero de aula.
Tiempo atrás, tenía la mente atrofiada, acudí a la consulta del  psiquiatra, me hizo varias preguntas y al concluir, diagnosticó que yo estaba loco; le pedí una segunda opinión y  expuso que también era feo, cuestión que no me sorprendió, porque ya lo sabía por los muchachos del barrio.
Al  nacer pobre y feo tenía grandes posibilidades futuras; se me desarrollarían ambas condiciones; el corazón no envejece, el cuero es el que se arruga.  
Realmente todo lo bueno en  la vida  mata,  engorda o embaraza, y digo esto porque, en honor a la verdad, el amor es ciego… solo el matrimonio puede devolverle la vista, aunque, a veces,  la excepción de la regla dure nueve meses y nadie la perciba. ¡A buen entendedor… menos sopapos recibe!, ¿verdad?
De vez en cuando, pienso en otra frase proverbial para estos casos: cinco minutos de emoción… nueve meses de hinchazón, todo depende del cristal con el que la mires.
Tener relaciones sexuales sin protección es algo mágico, casi siempre aparece un bebé y desaparece el papá, aunque esta aseveración  es relativa… y lo digo por mí.
Hace algún tiempo fui a una base de  Campismo Popular y  aún cargo los efectos de aquel cartelito provocador que me calentó la cabeza: “Ahorra agua, dúchate con tus amigas”.
En acto de hidalguía  y por honor quijotesco, cumplí el mandamiento al pie de la letra, sin pensar en sus consecuencias y le metí mano al asunto.
Cuando un médico se equivoca, lo mejor es echarle tierra al caso  -pensé-, pero como no estudié esa profesión… se me triplicó la equivocación…  y luego la tierra no me alcanzó para rellenar el daño causado.
Ahora, cuando mis hijas Mariela, Martica y Marilú, salen juntas a pasear, la gente comenta con ironía:
-Ahí van las campistas…
Lo de hacerlo bien, sin mirar con quien, es puro cuento, al final  trae esos nefastos resultados, abuela repetía: siembra vientos y estarás mal del estómago, nada más cierto, aquel día me expulsaron del restaurante campestre por indisciplina social.
Pero bueno… ¡a mal tiempo buena cara!, esto solo fue un pretexto para compartir  los refranes liberados  por  mis antepasados en su libreta de abastecimiento digital:
-Quien a buen árbol se arrima, no se le ve cuando orina. 
He dicho.

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