Escenario
poco iluminado. Sentado sobre un taburete el actor enciende un tabaco con la
mecha del candil y ajustándose el sombrero de yarey se apresta al monólogo:
¡Claro que nací en La
Caridad del Sitio, compay!, pueblo cercano a San Germán, en la provincia de
Holguín, pero me trasladé a El Caney de Las Mercedes, en la Sierra Maestra, donde trabajé en el
comercio.
En los ratos libres participaba
en una especie de brigada artística de teatro, música y danza, que ofrecía
actividades culturales por todo el lomerío.
Recuerdo que por el año de
1965 Walter Ferrá, entonces coordinador de cultura de montaña y Nicolás Yaque,
instructor dramático, me seleccionaron para estudiar teatro en una escuela emergente,
en Minas de Frío, tres años después regresé graduado y a partir de ese momento
no he parado ni para coger un 10, como dicen ahora.
(Al público) ¿Acaso lo duda?, pues
mire, en cierta ocasión mientras actuaba en el teatro Terry, de Cienfuegos, el
destacado teatrista Antonio Bebo Ruiz y
Julio Capote Kau, creador de la
agrupación Mimo Clan, me eligieron para integrar el Grupo nacional de pantomima y a la vez especializarme en Dirección
Teatral. ¡Vaya sorpresa!, un guajiro
estudiando en La Habana. (Sonríe iluminación total del escenario)
En la capital cubana, me
tiré una foto en el Capitolio, para dejar constancia de aquello, matriculé en
la Escuela nacional de instructores de arte y junto a varios mimos, trabajé en diversos escenarios, en la
televisión y recorrí casi todo el país.
Pasaron los años y llegué a
Santiago de Cuba para formar parte del equipo técnico asesor, en la antigua
provincia de Oriente: impartí cursos, formé un grupo teatral en la Universidad,
otro en Palma Soriano y en Jiguaní el colectivo Kathakali… en fin, el diablo
encendío. (Lanza una bocanada de humo y prosigue)
¿Tiempos memorables?, los
de Manzanillo. (Suspira hondo) Todo fue diferente, y digo esto porque trabajé
bajo la dirección de Antonio Sánchez Machado (Ruco), un excelente promotor
natural, como no he conocido otro jamás.
Todo un personaje del cual
aprendí los secretos del encargo comunitario de la Casa de cultura local, la
primera del país.
Allí formé colectivos
teatrales juveniles, estudiantiles y obreros, con los cuales recorría importantes locaciones cubanas y hasta me estrené como director artístico en una comparsa.
Pero mi peregrinar por la
vida no termina ahí, en 1976 me solicitaron como profesor de dirección teatral,
expresión corporal y pantomima en la Escuela de instructores de arte, enclavada
en la Unidad 11 de El Caney de Las Mercedes y analizando la posibilidad de acercarme
a la familia, acepté.
Al poco
tiempo trasladan al centro para El Yarey, en Jiguaní y allá fui, ¡qué cará!, aunque breve, pues me
interesó el naciente Colectivo Teatral Granma, que no integré pero me abrió las
puertas del Centro Vocacional de Arte
para capacitar a un grupo de jóvenes,
muchos de los cuales integran hoy el movimiento teatral granmense.
Después me nombraron
metodólogo provincial de Teatro, en el Sectorial de Cultura y fundé, en Jiguaní,
el encuentro Paco Alfonso, en el que concentrábamos anualmente a todos los
grupos municipales, una experiencia que duró 11 años.
En 1991, presidí el Consejo
provincial de las artes escénicas y fundé el proyecto sociocultural comunitario
itinerante Guerrilla de Teatreros, que el venidero 20 de marzo cumple 29 años,
idea trascendente para compartir social y profesionalmente mi labor con quienes
han enriquecido mi vida.
(Al público) ¿Que si atesoro
reconocimientos? ¡Muchacho!: (Enumera)
Del Esfuerzo, la Victoria; La utilidad de la virtud, conferido por la Sociedad
cultural José Martí; el Premio del Barrio; Somos patrimonio, del Convenio
Andrés Bello, de Colombia; Los zapaticos de rosa, de la Organización de
Pioneros José Martí; Colectivo Vanguardia nacional durante 16 años consecutivos…
El teatro es la mayor posibilidad
que he tenido para transmitir valores humanos, comunicarme con muchas personas
a la vez, de sentirme feliz al interpretar personajes históricos, como Carlos
Manuel de Céspedes, Máximo Gómez, Perucho Figueredo, por ejemplo, cuando lo interpreté en Dos Ríos y en Playitas de
Cajobabo.
Al sumar todo eso, te das
cuenta entonces que eres privilegiado en el mundo artístico (Proyecta voz y
enfatiza) y como ser humano
también, eso lo aseguro yo. He dicho. (Mutis)
El telón se desliza sobre
el proscenio mientras el público agita sus palmas vitoreando sin cesar al
protagonista. Afuera, otros esperan por la próxima función.